domingo, 1 de abril de 2012

'NEVERLAND' Y LOS CHICOS PERDIDOS DE JAMES BARRIE







No es la primera vez que se alude a la supuesta paidofilia de James Barrie, autor del cuento de Peter Pan, archiconocido en todo el mundo gracias, sobre todo, a la versión animada que de él hizo Walt Disney. Tampoco han sido escasos los ecos que la señalan como producto de una mente que no ocultaba una extraña devoción hacia la infancia y, por qué no decirlo, hacia los niños tiernos y núbiles. La vida personal del escritor fue terreno abonado para esta clase de rumores. Su fracaso matrimonial y sus numerosas relaciones afectivas con niños y jovencitos no hicieron más que añadir nuevas pistas sobre una probable paidofilia que nunca llegó a probarse.

En definitiva, todo quedaba en mera especulación y fantasía literaria, rozando la línea de la imaginación, o en el chiste fácil. Sin embargo, la lectura del ensayo donde aparece por vez primera el personaje de Peter Pan, nos da pie para profundizar en la mentalidad de este escritor, quien, como iremos viendo acto seguido, se nos antoja a veces, a su manera, paidófilo y misógino. Se trata de la novela titulada El pajarito blanco ('Little White Bird', 1902), publicada por Barataria, que ve su versión española con más de un siglo de retraso.



PEQUEÑO E INFELIZ
Esta claro que James Barrie fue de esos niños que nunca tuvieron una infancia feliz. Su desequilibrada e indolente madre, Margaret, y el desamparo anímico sufrido durante sus primeros años de vida hicieron mella en su tierna mente y también en su cuerpo de pequeño gnomo gris.

James Matthew Barrie, segundo de diez hermanos, había nacido un 9 de mayo de 1860 en Kirriemuir (Escocia), en el seno de una familia de artesanos, aunque burguesa y estiradamente victoriana. Cuando James contaba 6 años, su hermano mayor David, el favorito de su madre, murió en un desgraciado accidente acaecido en la flor de la vida. De su pérdida ella nunca llegó a recuperarse, culpabilizando a James por la ausencia de su hermano. Como ejemplo, el escritor narra cómo al entrar en la habitación de su madre, ésta siempre le decia: “David, ¿eres tú? ¿Puedes ser tú?”, y al ver a James, añadía con tristeza: “Ah, sólo eres tú”.

Con un panorama afectivo tan desolador y un padre ausente es fácil adivinar que el hogar donde habitaba la sombra espectral del joven David, su añorado hermano mayor, no era lugar apropiado para el desarrollo normal de aquel niño. Por si esto no fuera suficiente, James había ido incubando un raro enanismo psicogénico, que le hacía parecer grotesco, como ese pequeño gnomo gris al que aludíamos. Sin embargo, su metro y medio de estatura probablemente le sirvió para acercarse a los pequeños con mayor facilidad y gozar mejor de su confianza.




LOS SUEÑOS DE JAMES
Barrie hizo de su vida el motor de sus novelas. Su desgraciada infancia se refleja en su literatura, donde aparecen todos sus miedos y anhelos, sus frustraciones y querencias. Graduado en la prestigiosa Glasgow Academy, cursó estudios superiores en la Universidad de Edimburgo, donde se licenció junto a sus amigos Arthur Conan Doyle y Robert L. Stevenson, y de la que sería Rector décadas más tarde. Al terminar la carrera, en 1883, ejerció de periodista y columnista en Nottingham y, más tarde, se trasladó a Londres. Al tiempo, fue incubando la idea de hacerse novelista y autor teatral, cosa que consiguió en breve tiempo, si bien hubo de esperar a la llegada de Peter Pan, ya en su madurez, para convertirse en escritor universal.

Comenzó escribiendo diálogos en lengua escocesa y novelas con cierto aire costumbrista ambientadas en su ciudad natal, narraciones sentimentales en la línea de Dickens, aunque inspiradas en los textos de Stevenson y los grandes autores decimonónicos rusos. A Los idilios de Auld Licht (1888), Una ventana en Thrums (1989) y El pequeño ministro (1891) sucedieron dos novelas protagonizadas por el pequeño Tommy: El sentimental Tommy (1896) y Tommy y Grizel (1902), que serían el germen de futuras historias sobre niños, desembocando en Peter Pan.

Además de novelas, Barrie compuso obras dramáticas, como El admirable Crichton (1902) o Lo que saben todas las mujeres (1908). Su última creación fue David (1936), un drama inspirado en el episodio bíblico del rey Saúl y el joven David, quien, no por casualidad, compartía nombre con su difunto hermano mayor. Antes había escrito El fantasma de Ibsen (1891), parodia del recién estrenado drama de este autor noruego, que acababa de representarse en Londres, y cuyo interés fue resaltado por el mismísimo William Archer, traductor de Henrik Ibsen al inglés.


PÚBER MADUREZ
A la muerte de su madre, en 1895, Barrie ya era autor de renombre en Inglaterra y Norteamérica. Dos años después se casaría con la actriz Mary Ansell, una relación que pronto terminó en divorcio, ya que, al parecer, el matrimonio no llegó a consumarse. Probablemente James añoraba la presencia de niños en el hogar, pero ello no era obstáculo para acercarse a los pequeños que jugaban en los jardines de Kensington, próximos a su casa londinense, para relatarles sus cuentos extraordinarios.

Muchas de sus relaciones con niños reales tuvieron eco en sus novelas. Así ocurrió con la pequeña Margaret, de 4 años, que llamaba a Barrie friendy ('amiguito'), aunque su lengüecita, incapaz aún de pronunciar correctamente, dijera algo parecido a wendy. Su muerte prematura, con tan sólo seis años, dio nombre en la ficción a Wendy, la chica de Peter Pan, en recuerdo de aquel ser angelical.




Jack, George y Peter Lewellyn Davies


LA FAMILIA LEWELLYN DAVIES

Sin duda fue su estrecha relación con el matrimonio Lewellyn Davies y sus cinco hijos la que con mayor peso influyó en sus cuentos novelados. Sin ellos, la historia de Peter Pan no habría sido la misma. Barrie conoció a los chicos – George, John, Peter, Michael y Nicholas- en los jardines de Kensington, que fueron no por casualidad escenario de sus historias de ficción. Más tarde, su vida quedó integrada a la de los excéntricos padres de éstos, Arthur y Sylvia, que pronto trataron a James como a un miembro más de la familia.


Tanto fue así que, cuando los chicos quedaron huérfanos, James Barrie actuó con ellos como un verdadero padre. Hay sospechas de que Sylvia, la madre, había dejado en su testamento que fuera la hermana de su niñera quien se quedara con la custodia de sus hijos, de modo que Barrie pudo falsificar el documento o malinterpretarlo (la hermana de la niñera se llamaba Jenny y a James lo llamaban cariñosamente Jimmy). Lo cierto es que el escritor resultaba ser la persona mejor preparada y con mayores recursos económicos y afectivos para cuidar de los chicos.




El pequeño Michael Lewellyn Davies como Peter Pan




Arthur Lewellyn Davies y sus hijos




FATALIDAD

Pero la vida de los seres queridos de James Barrie parecía estar tocada por la fatalidad. A la temprana pérdida de su hermano David y de su madre hay que unir la de la pequeña Margaret, el matrimonio Arthur y Sylvia y, más adelante, en la vejez del escritor, la muerte de dos de los cinco hermanos Lewellyn Davies. Georges, el mayor, murió en 1915, en la Primera Guerra Mundial, en acto de servicio, y Michael, que era homosexual, y con quien James Barrie se escribía a diario, se ahogó con su amante Rupert Errol Victor Buxton arrojándose a unas peligrosas aguas cerca de Oxford. El hecho ocurrió en el año 1921 y fue considerado como un probable suicidio.


También acabó mal el tercero de los hermanos, Peter, a quien todos llamaban cariñosamente 'Peter Pan'. Era editor y había publicado información sobre Barrie en su obra Morgue. Pues bien, a los 63 años, muerto ya Barrie, se suicidó lanzándose al paso de un tren del metro londinense.













NEVERLAND

Los primeros cuentos con Peter Pan como protagonista dieron forma a El pajarito blanco, publicado en 1901. Tras él, Barrie se dedicó casi por entero a perfeccionar la trama de esta saga. En cierto modo, se limitó a reflejar en aquellas historias sus traumas infantiles y sus sueños de escapar de la realidad cotidiana, que tanto le abrumaba. Se refugió en el mundo de la infancia, de los seres que no deberían crecer, algo que le ocurrió a su hermano David, muriendo a los quince años e inmortalizado como el Peter Pan de sus historias. En estas aventuras aparece la contraposición de Bloomsbury, barrio burgués lleno de restricciones victorianas, y Neverland, el 'País de Nunca Jamás', un universo de moralidad ambivalente donde los sueños se hacían realidad y la infancia se convertía en algo eterno.


Peter Pan nació primero como cuento oral. Barrie escribió numerosas versiones justo hasta casi poco antes de morir. Con el título de Peter Pan, el muchacho que nunca quiso crecer, aparece en 1904 transformado en obra teatral y representado el 27 de diciembre de ese año. En él se mostró por vez primera el nombre de Wendy, publicándose posteriormente en forma de novela, con los títulos de Peter Pan en el parque de Kensington (1906) y Peter y Wendy (1911), adaptada en musicales, películas y dibujos animados, entre otros medios.


¿Quién no conoce la historia de Peter y Wendy? Peter, el eterno niño que no quiso crecer. Wendy, el dulce fantasma de la pequeña Margaret, entusiasmada por la personalidad de Peter y que actúa a la vez como madre, la madre tierna y cariñosa que el escritor no pudo tener en vida. Los niños perdidos, evocación de los cinco chicos Lewellyn Davies, que al morir entraban para siempre en Neverland de la mano de Peter Pan, quien decía: “Morir debe ser una gran aventura.” Y, por último, el Capitán Hook, conocido en la versión castellana como Capitán Garfio, cuyo paralelismo con un James Barrie amargado y con el brazo derecho inutilizado por una parálisis, está fuera de toda duda.






James Barrie y el pequeño Michael.




BLANCO PÁJARO DE JUVENTUD

Oficialmente, la paidofilia de James Barrie nunca traspasó los límites de la especulación. Ningún biógrafo vio algo inapropiado en la conducta del escritor, ni tampoco alusiones en sus libros que pudieran acusarle. Nico, el pequeño de los Lewellyn Davies, afirmaba que Barrie nunca se comportó deshonestamente con nadie, extremo éste que recoge Andrew Birkin, biógrafo del escritor escocés.


Que nunca llegara a conocerse ningún acto ilícito cometido por James Barrie con sus adorados púberes no quiere decir que no albergara en su personalidad algunos rasgos de paidofilia e incluso de una tendencia homosexual posiblemente inconsciente. Algunos datos biográficos abundan en esta posibilidad: la presumible impotencia para consumar el acto sexual con la que fue su mujer, la especial relación que mantuvo con los hermanos Lewellyn, todos varones, o la predilección que tenía por Michael, que era homosexual, arrojan algunas sombras sobre este asunto.


Pero hay más datos. En su libro El pajarito blanco, que, como dijimos, es el embrión de lo que más adelante llegaría a ser su Peter Pan, aparecen algunos pasajes que ponen en evidencia la misoginia del escritor y, también, su extraña paidofilia. En ellos se nos muestra a un niño bastante alejado de la imagen idealizada de crío soñador que adornaría a Peter más adelante.


En el libro también aparecen dos personajes biográficos ineludibles: un militar solterón lleno de manías, que hace las veces de narrador (el propio James Barrie) y un niño que le acompaña en los ineludibles Jardines de Kensington, llamado David (como el difunto hermano del autor) y que representa a George, el mayor de los Lewellyn Davies, que lo adopta como padre. A través de ellos surgen todos los fantasmas de Barrie: el dolor por una gran amor perdido, la negación de la vida adulta, y consiguiente fascinación por lo infantil, y la aparición de la magia, como elemento taumatúrgico y sanador de la triste realidad del mundo.




Sam Concepcion como Peter Pan




UN NUEVO PETER PAN

Las aventuras de Peter Pan no son, en realidad, cuentos para niños, sino que fueron escritos para personas adultas. Así lo afirmaba George Bernard Shaw, sugiriendo toda la profundidad que encierra la obra de James Barrie. En las páginas centrales del libro, Peter es descrito así por el autor: "Tiene una semana de edad. Sin embargo, nació hace tanto tiempo que nunca celebró un cumpleaños, ni creo que haya la más remota posibilidad de que eso ocurra. El motivo es que dejó de ser humano al séptimo día de su nacimiento. Se escapó por la ventana y regresó volando a los jardines de Kensington. Si crees que fue el único bebé que quiso escaparse en algún momento, es que te has olvidado de tus días de niñez".

Es en la esfera de lo fantástico, la que escapa al mundo real, donde Barrie se muestra menos mordaz y malvado. Utiliza para ello metáforas y extrañas figuras retóricas o desciende a otras ideas demasiado cándidas (“La razón de que los pájaros vuelan y nosotros no es sencillamente porque tienen una fe ciega, y tener fe es lo mismo que tener alas”). Sin embargo, esta idealización contrasta fuertemente con la otra cara del escritor, cáustica, misógina y paidófila, que se ve reflejada en otros pasajes del libro.


Así, en el capítulo titulado El intruso, el narrador habla de la posibilidad de pasar la noche junto al pequeño David, al que tutela y adora, al tiempo que mantiene una violenta y ardiente relación con Mary, la madre del muchacho: "Pensaba pasar la noche conmigo. Habíamos hablado con frecuencia de esa posibilidad y, finalmente, Mary dio su consentimiento".






La actriz Maude Adams como Peter Pan (1916)



CONTRA LA MUJER

En 1896 muere la madre de James Barrie, Margaret Ogilvy, a quien su hijo dedica un año después una emotiva semblanza biográfica, donde abre su corazón al público y habla de su relación imperfecta con la mujer que le dio la vida. Sin embargo, en la ficción de sus novelas, Barrie nunca llegó a perdonarle del todo. En El pajarito blanco ajusta cuentas con las mujeres, a cuyo mundo se enfrenta de forma cruel y clara: "Siempre que Mary hace algo que me resulta molesto- escribe en uno de los pasajes-, le envío una carta insultante. En una ocasión le saqué una fotografía a David ahorcado en un árbol. Se la envié. No podéis imaginar la cantidad de formas sutiles que tengo de herirla".


Barrie pasa factura así a la relación con su madre, ya desde el mismo título, cuando afirma que los pájaros blancos “son los pájaros que nunca tuvieron madre”, o cuando escribe: "pero la ventana estaba cerrada y habían colocado barrotes en ella. Al mirar en el interior vio a su madre durmiendo plácidamente y rodeando con sus brazos a otro niño. Peter gritó: ¡Madre, madre! pero ella no le oyó. En vano golpeó con sus pequeñas extremidades los barrotes, así que tuvo que regresar volando a los jardines y ya nunca más volvió a ver a su amada madre".


Por último, arremete contra el amor de las mujeres: "No se puede estar sin amor desde el amanecer hasta el anochecer; nunca antes me había dado cuenta de hasta qué punto una joven mujer lo necesita. Son todas iguales".




Y DAVID HUNDIÓ LA CABEZA ENTRE MIS RODILLAS


Sin duda la escena más inquietante y comprometida escrita por Barrie es la que describe la noche que el narrador pasa junto a David: "Sin más preámbulos, la blanca y pequeña figura se levantó y se abalanzó hacia mí. El resto de la noche durmió encima de mí; otras, con los pies en la almohada, pero siempre con mi dedo cogido. En una ocasión llegó a despertarse y a decirme que estaba durmiendo conmigo. Yo no pegué el ojo; pasé la noche pensando. Sobre ese niño que a mitad del juego se desvelaba, cuando lo desnudaba, hundió la cabeza entre mis rodillas".


A pesar de lo que da a entender el texto, no se puede hablar de perversión tal como hoy la concebimos. Pese a lo intenso del pasaje, no hay actividad sexual deliberada, ni clandestina, ni atisbo de la más leve obscenidad. Posiblemente Barrie quiso dejar constancia de sus sentimientos de una manera ambigua, o dejarlos entreabiertos al arbitrio del lector.


En cualquier caso, se trata de un dato más a tener en cuenta sobre algo que en realidad importa bien poco en el contexto del legado de este genial autor. El mismo Borges , que ya había reparado en la intensidad de este controvertido pasaje, ha sido el detonante de su traducción española, según confiesa la editora de Barataria, Carlota Moreno. Por nuestra parte sólo queríamos dejar constancia de todo ello en esta semblanza, exponiéndonos a la maldición del mismísimo James Barrie, cuando dijo: "Dios fulmine a todo aquel que escriba una biografía sobre mi persona".


Pero hay algo que nos diferencia de sus biógrafos y que, con suerte, tal vez pueda librarnos de esa maldición. Todos ellos afirman que Sir James Barrie, que había obtenido en 1913 este título nobiliario, falleció en Londres, a los 77 años, un 19 de junio de 1937, y que está enterrado en su tierra natal, Kirriemuir, en el panteón familiar. Nosotros pensamos que no. Que ha volado de la mano de Peter Pan hacia esa Neverland a la que sólo llegan aquellos niños que, al morir, inician la auténtica aventura de soñar.










“Nada pasa, después de los 12 años, que importe mucho” (James M. Barrie)








PARA SABER MÁS:





LECTURAS






El pajarito blanco, por James Matthew Barrie, Barcelona, Barataria, 2009.


Jardines de Kensington, por Rodrigo Fresán, Barcelona, Mondadori, 2003.


Peter Pan entre la imaginación y la pedofilia, por Peio H. Riaño. Diario Público, Madrid, 9 de abril de 2009.






MIRADAS:





Andrew Birkin: The lost boys (documental)







Hook, de Steven Spielberg







Descubriendo nunca jamás (escena final)










www.jmbarrie.co.uk










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