lunes, 1 de octubre de 2012

LISONJAS LUSITANAS (Y II): "MI LINDO 'MENINO'". CARTAS DE AMOR DE UN FRAILE JERÓNIMO




Los muros sacrosantos de iglesias y conventos son lugares propicios para furtivos encuentros clandestinos. Las encendidas cartas que el sacristán de la catedral de Silves Francisco Correa Netto dirigió a su amado Manuel Viegas constituyen el más antiguo ejemplo epistolar amoroso entre dos hombres escrito en una lengua moderna. Pero no es el único que se conserva proveniente de tierras lusitanas. En las postrimerías del mismo siglo XVII sabemos de otro caso similar. En la ciudad de Lisboa el fraile jerónimo Francisco de la Isla de Madeira confesaba por escrito su pasión a un compañero de claustro mayor que él. Ambos casos revisten un interés excepcional para conocer mejor la historia de la homosexualidad en Portugal y, por ende, en el mundo occidental en su conjunto.



CORAZONCITO LINDO

“Mi corazoncito lindo, mi vida, mi alma y mi todo... Más amor tengo hoy por ti que por un Dios que me echó a este mundo, y más que por una madre que me crió, pues viviendo lejos de ella ya hace seis años, más aceptaría estar contigo un instante que con ella muchos siglos”. Lisonjas como éstas regalaba fray Francisco de la Isla de Madeira a su compañero de convento fray Matías de Mattos en la Lisboa de finales del XVII. Requiebros apasionados que llenaban las cartas furtivas que, como también ocurrió en el caso del sacristán de Silves, han llegado hasta nosotros gracias a una traición. Estas cartas se utilizaron como pruebas que los receptores de las mismas usaron para denunciar ante el Santo Oficio a sus autores, quienes habían sido hasta entonces sus amantes clandestinos.

Años más tarde de sacar a la luz las misivas del sacristán de Silves Francisco Correa, el investigador luso Luiz Mott, en sus continuas pesquisas para ahondar en el conocimiento histórico de la Inquisición en tierras portuguesas, descubría en los archivos del Santo Oficio custodiados en la Torre do Tombo de Lisboa otras seis cartas -más largas, entrañables y apasionadas-, que el tal fraile había escrito a su compañero de orden, en las que le profesaba un encendido amor. Las cartas, redactadas en 1690, fueron transcritas y dadas a conocer a los investigadores y curiosos en el año 2001, cuatro siglos después de haber sido escritas.




TRAICIÓN O CONFESIÓN

El 13 de septiembre del año 1690 fray Matías de Mattos, religioso de la Orden de San Jerónimo, de 40 años, sacerdote en el Convento de Belem de Lisboa pedía audiencia al Santo Oficio para descargar su conciencia. En el auto confesaba cómo a principios de Cuaresma de ese mismo año, con ocasión del capítulo que tuvo lugar en su monasterio, conoció a un joven corista que vivía en el mismo convento, de nombre fray Francisco de la Isla de Madeira. Deseando aquel novicio contar con su ayuda a fin de estudiar en el Colegio,  le escribió algunas cartas "llenas de palabras amorosas", cartas que ahora, al delatarse, entregaba a la autoridad inquisitorial.

A su confesión añadía que respondió a alguna de esas cartas con otras que, por desgracia, fueron destruidas por el corista a petición suya.  Y que tiempo después el joven empezó a visitarle de noche en su celda cuando el fraile ya estaba acostado "cometiendo uno tras otro muchos y repetidos actos consumados de molicie, desnudos, ora en la cama, ora fuera de ella, en su celda y en la de Fray Francisco, y por lugares ocultos del convento, durante un año. Y con esta confianza y comunicación, facilitada por las cartas de amor, iba a la celda del declarante como acostumbraba, y echándose en la cama, se quedaba desnudo con él, que también estaba desnudo, y después de varias palabras amorosas que entre sí tuvieron y otros arrumacos, incentivos de la lujuria, se puso el dicho corista encima de él y lo penetró, y sintiendo él que lo penetraba, apartando su cuerpo para que dentro no derramase simiente, como efectivamente no derramó, porque el dicho corista sacó de dentro después de alguna dilación y de hacer lo que pudiera, se fuera con una mujer.  Esto, porque así él, declarante, como dicho corista, entendían que la fealdad y la pena de este pecado sólo consistía en derramar dentro la dicha simiente y no fuera, como el dicho corista hizo en aquella ocasión. Y que para la misma ocasión fue el declarante agente, y para esto también se puso el dicho corista de bruces en la cama y el declarante se puso encima, metiendo su miembro viril en el vaso trasero de dicho corista, lo penetró y después de alguna fricción lo contuvo dentro para no derramar la dicha simiente..."

Continúa Fray Matías de Mattos su confesión añadiendo que tales encuentros se produjeron repetidas veces de esta misma manera, eligiendo el pecado de molicie antes que el pecado nefando de la sodomía consumada. Y concluye declarando haber confesado a la Mesa Inquisitorial antes que el corista, no con la intención de perjudicarle, sino para evitar la infamia de ser acusado primero.



Isla de Madeira (Portugal)




EL JOVEN CORISTA

Poco sabemos sobre el joven autor de estas cartas. Fray Francisco era natural de la Isla de Madeira, según se desprende de su nombre religioso. Era joven, homosexual, fraile y corista. Dejó a su madre seis años atrás y un tío suyo era religioso en la Iglesia de San Roque, en el Bairro Alto lisboeta. Eso es todo.

Analizando su caligrafía y estilo epistolar se deduce que tenía una buena formación, lo que le hacía apto para ingresar en el Colegio superior. La dificultad en la lectura de algunos párrafos y los deslices cometidos a veces se deben, sin duda, a las condiciones ambientales que rodearon la escritura de estas misivas, con poca luz y a escondidas.





EL FRAILE ENGAÑADOR

Mucha mayor información existe, en cambio, acerca del destinatario de estas cartas. Fray Matías de Mattos, también llamado Fray Matías de la Trinidad, era natural de Lisboa, donde fue educado por sus padres, Matías y Natalia de Jesús, en el camino de la virtud. Siendo uno de los primeros niños congregados en el Oratorio de San Felipe Neri, gracias al venerable Padre Bartolomé de Quental, pasó a estudiar religión en San Jerónimo y profesó en el Real Convento de Nuestra Señora de Belem el 25 de diciembre del 1679. De allí salió para ser Prior del Monasterio da Penha y Visitador General de la Congregación.

Dado que Fray Matías tenia 40 años cuando en 1690 realiza su confesión, hay que deducir que había nacido en 1650. Durante toda su existencia es muy probable que este fraile llevara una doble vida en la que episodios similares a los que tuvo con el joven corista serían habituales, hasta su fallecimiento a los 66 años, en 1716. Todo apunta a que la confesión ante el Santo Oficio era la manera inteligente de exculparle del 'pecado nefando', un subterfugio del fraile, buen conocedor de aquel absurdo e injusto código penal, que separaba el pecado de sodomía perfecta -esto es eyaculando dentro del vaso anal-  del de la sodomía imperfecta o la molicie, evitando así el tremendo castigo que acarreaba el primero de ellos.



Monasterio de los Jerónimos en Belem (pasillos interiores)


CARTAS IBAN Y VENÍAN

En las cartas llama la atención el uso de dichos populares y referencias inspiradas en las Sagradas Escrituras, ya sea directamente de los autores sagrados o usando símiles poéticos y en prosa extraídos de los místicos carmelitas, como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Ávila, incluso de Ramón Llull y su Libro del amigo y el amado. También se observa el uso constante de diminutivos asociados a sentimientos de ternura o pasión, habituales en el portugués de la época y aún hoy frecuentes en el lenguaje amoroso luso-brasileño.

Las cartas de fray Francisco a fray Matías hablan por sí mismas. Constituyen un claro ejemplo de amor entre dos hombres y contradicen la creencia popular de que las relaciones homoeróticas entre varones se reducían por entonces al mero acto de la cópula anal. En las líneas que contienen las seis misivas hay mucha ternura, afecto, pasión, a veces no correspondida, celos y complicidad. Son auténticos devaneos amorosos entre dos personas, con independencia de su sexo.





A MODO DE CODA

No sabemos al detalle cuál fue el desenlace que siguió a la confesión de fray Matías entregando a la Inquisición las cartas de su amante fray Francisco. Probablemente, al primero se le amonestaría y sufriría escarnio frente a la curia, degradándole de su cargo, mientras que al pobre corista tal vez le esperaba un castigo mayor, aunque no la muerte, ya que su delator le exculpaba del pecado de sodomía perfecto, que, como ya dijimos, sólo llegaba a producirse con la emisión de semen dentro del vaso anal.  Pero hay respuestas mucho más interesantes para la reconstrucción de la etnohistoria de la homosexualidad en el mundo luso-brasileño. Las once epístolas analizadas por  Luiz Mott, aunque constituyen una fuente primordial, no agotan el tema, ya que, en sus propias palabras, queda mucho por escrutar en los archivos lusitanos sobre este asunto.

Por otro lado, podemos extraer algunas conclusiones de interés. La primera de ellas es la constatación de una gran actividad homoerótica dentro de las órdenes religiosas. De cada tres encausados por sodomía por el Santo Oficio luso, uno era miembro eclesiástico,  novicio, coristas, sacerdote, fraile, sacristán, etc, hasta punto de que en el reino portugués era frecuente llamar a la homosexualidad vício dos clérigos.

Además, ya dentro del terreno del homoerotismo, el contenido de las misivas nos habla con detalle de la versatilidad sexual de los amantes varones, que rompe los esquemas irreductibles de una visión heterocentrista sobre la disyuntiva sexual activa o pasiva. Pero, por encima de todo, se nos habla de la riqueza del erotismo mantenido por los dos frailes, que trasciende lo puramente carnal, lo que demuestra cómo también en aquel siglo XVII la relación entre dos hombres podía ser tan intensa, tierna y apasionada como entre un hombre y una mujer. Los versos de Gregorio de Mattos, que compartió apellido y época con el fraile delator de los Jerónimos, son en este asunto proverbiales:

El amor es finalmente
un amasijo de piernas,
una fusión de barrigas,
un breve temblor de arterias,
una confusión de bocas,
una batalla de venas,
un rebullir de caderas:
quien diga otra cosa, es bestia.






APÉNDICE: 


Esta es la carta primera de Fray Francisco de la Isla de Madeira a Fray Matías de Mattos:

"Mi cuerpecillo, mi cachorrillo:

Esta tarde te vi pasar con el hermano Fray Benito. Bien te vi llegar a la puerta de la huerta en donde estábamos, y por una grieta te vi y tu linda carita, y tu boquita que deseé darle un besito con lengua. Y de tal suerte me vi tentado que estuve a punto de ir tras de ti por la puerta de fuera. De tal manera me vi embebido que llegué a dar unos pasos para hacerlo, cuando me acordé que allí estaban los coristas.

¡Oh! ¡Qué aflicción sintió mi corazoncito!. Yo no puedo explicarlo, porque causas grandes se explican mejor cuando se sienten, supuesto que oculto con el silencio lo que es digno de tanto aplauso. Vengo a decirte que excede mi dolor todos los modos de sentirlo: no es posible que haya más penar. Un solo bien tiene tantos males, que es como no volver a sentir los otros males. No puedo sentir otra pena, que conociendo tú mi amor no le correspondas con sus cartas, para que tenga más ocasiones de padecer. Y esta pena sólo queda en mi corazón, porque pena tan grande no puede explicar alguna pena, ni puede haber papel que sea capaz de resistir incendios y verter mares. 

¿Qué tinta puede haber que disminuya mis aflicciones, que empañe la pena, recuse el papel, la pena y la tinta?. Mejor arbitrio es la recompensa en el corazón (como tengo dicho) una pena tan grande, por no descubrir una pequeña queja tan grande dolor, porque entonces me dirás: la pena por la explicación y no por el tormento, que no sea yo digno de lograr tus letras. Por favores tan soberanos, soy el primero en publicarlos, pero no hago de ellos la mayor estima. Es una falsedad que desmiente tantas infamias del alma, y advierte que nunca un amante ha de vivir satisfecho de lo que hace, si no obliga cuidadoso el servir atento.

Ahora, mi amorcito, escríbeme siempre, y a poder ser, todos los días, aunque sea una línea, porque con ella aliviaré las penas que te he dicho.

Ahora, adiós, adiós, mis ojos. Dale recuerdos míos a tu corazoncito. Ojalá llegue la luz del día para verte esa boquita y tus ojitos que son tan bien hechitos. 

No sé qué me ha pasado, porque no puedo parar en la celda, (ansioso) por verte, por adorarte, finalmente por meterte todo, todo, todo, dentro de mi corazoncito, en mi alma, en mis entrañas.

¡Ay mi niño! ¡qué va a ser de mí si me falta tu vista¡ ¡qué va a ser de mí si logro verte por cachitos!. ¡Ojalá estuviera siempre, siempre, mirándote! Pero, ¡ay, que no tengo libertad para eso! Por eso muero, por eso acabo sin que tú acudas a mí. Ahora acude, acude cachorrito, a tu, a tu corazoncito. Ahora acude, sí, sí, sí, ¡ay mi corazoncito, dame tus bracitos porque ahí quiero morir". (Hoja 232)


NOTA: La traducción de esta carta ha sido realizada por el autor de este blog.


PARA SABER MÁS:


Luiz Mott y Aroldo Assunçâo, Love’s Labours Lost: Five Letters from a Seventeenth-Century Portuguese Sodomite. En: The Pursuit of Sodomy: Male Homosexuality in Renaissance and Enlightment Europe, editado por Kent Gerard y Gert Hekma. Nueva York, Harrington Park Press, 1989, págs. 91-101.


Rictor Norton, My Dear Boy: Gay Love Letters through the Centuries. San Francisco, Leyland Publ., 1998.             
   

Luiz Mott, “Meu menino lindo. Cartas de amor de um frade sodomita, Lisboa (1690)”, Luzo-Brazilian Review, vol. 38, núm. 2 (Special Issue: 500 Years of Brazil. Global and Cultural Perspectives), University of Wisconsin Press (2001), pp. 87-115.









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