Los
deportistas de élite que juegan en un equipo conviven juntos muchas horas,
entrenan, se duchan, y guardan una estrecha relación de camaradería. Si alguno
de ellos es gay y no lo admite, rompería
el ‘código del vestuario’. Pero ¿y si lo dice? Igualmente lo rompería. De
alguna manera ha hecho ver a sus compañeros que es distinto, que sus
sentimientos no son los de ellos, y que el abrazo a un compañero podría
interpretarse de otra manera. No todos ellos estarían dispuestos a apoyarle en
estas circunstancias, y algunos hasta le hundirían, si pudieran. Esta es una de
las tristes caras de la homofobia deportiva.
Otro
factor determinante del silencio que se cierne sobre los estadios es el miedo a
perder el apoyo del público. Un atleta de élite sin público no es nadie, sobre
todo si se trata de deportes de masas, en los que los jugadores se comportan a
menudo como estrellas de la pantalla. Esto resulta evidente en casos como el
fútbol, el béisbol, el baloncesto o el rugby, donde son contadísimos los jugadores
que se han confesado gays. Y, cuando lo han hecho, ha sido al término de su
carrera, so pena de sufrir el desprecio de los demás o, peor aún, el olvido.
Dieux du Stade
Ian Roberts
Mark Bingham
Chicos duros
El
rugby es el prototipo de deporte hecho a la medida de los tipos duros. Como
afirma Serge Simon en su libro Diccionario absurdo de rugby (París,
2006), este deporte esta basado en los valores arcaicos sobre lo masculino y la
eliminación de cualquier rasgo de femineidad. Sin embargo, su imagen se ha
dulcificado últimamente gracias a las series de almanaques editadas con el
título de Dieux du Stade (Los Dioses del Estadio), donde los jugadores de la selección francesa quedan inmortalizados ligeritos de ropa y en actitudes
francamente homoeróticas. El hecho de que el 90% de sus compradores potenciales
sean hombres ha alimentado la necesidad de que año tras año, estas series
fotográficas hayan ido desembocando en un homoerotismo cada vez más acentuado.
Sin embargo, una cosa es la ficción y otra la realidad. Porque en un deporte
como el rugby pocos son los que se atreven a salirse de la norma, al menos
fuera del juego.
En
el año 1991 el australiano Ian Roberts
fue el primer rugbier que hizo
pública su homosexualidad. En las antípodas de lo que era habitual dentro de la vieja Europa,
Roberts salió del vestuario cuando aún estaba en activo. Había comenzado su
carrera deportiva en 1986 y siguió en la brecha durante doce años más. Tras
dejar la pelota oval, Ian desarrolló una discreta carrera como modelo y actor
televisivo. Nunca sufrió el rechazo de sus compatriotas después de su outing. Como otro rugbier profesional norteamericano, Mark Bingham, un gay comprometido con la causa LGTB y hombre de acción. Llegó a correr en los
Sanfermines de Pamplona y murió cuando viajaba en uno de los aviones de la tragedia del 11-S de 2001.
Mucho
más notorio ha sido el caso del ex capitán del equipo de Gales Gareth Thomas, toda una institución en
su país. Nadie podía imaginar que un jugador de tanto prestigio en el deporte
del balón ovalado fuera homosexual. Pero lo era, y durante 19 años ocultó este
detalle, por temor a echar a perder su carrera. Esta decisión la tomó Gareth a
los 35 años, desvelando su secreto mejor guardado, primero a su entrenador, y
tres años después, en 2009, al diario Daily
Mail, con la esperanza de que hacerlo no afectara al futuro de su profesión. “No quiero ser conocido como un jugador de
rugby gay. Primeramente soy jugador de rugby”, afirmaba en aquella
entrevista. Gareth considera su outing
como una liberación, abandonando así la doble vida que había sufrido hasta
entonces, aunque lo que peor llevó fueron las mentiras que contaba a su mujer
para escaparse a los locales de ambiente. La frustración que a veces sentía le
hacía ser más agresivo en el juego. El pasado 9 de julio de 2011, Gareth jugó
su último partido como profesional.
Superbowl arco iris
El
fútbol americano, una variante del rugby que hace furor en América del Norte y
algunos países de Oceanía, y que se caracteriza por la dureza de las entradas y
la contundencia de las jugadas, también cuenta con deportistas de primera fila
que confesaron su homosexualidad. Lo hizo el ya fallecido Ed Gallagher, delantero del
equipo de la Universidad
de Pittsburg, que, tras un intento de suicidio, quedó parapléjico al saltar de
un muelle en 1985, debido a la confusión que le produjo su primer encuentro
sexual con un hombre. Menos conocido fue
Roy Simmons, delantero de los
Giants de Nueva York y los Redskins de Washington, que ‘salió del
vestuario’ en 2004, en una entrevista concedida al New York Times, o Greg
Congdom, que en el año 1998 sufrió las amenazas de sus compañeros, tras
saberse que era gay. David Kopay,
jugador americano de los Lions, los Redskins, los Saints y los Packers
entre 1964-72, al igual que hicieron otros deportistas como él, aprovechó su
fama para desembuchar toda la verdad sobre su vida en el libro The David Kopay Story (1976). Allí, no
sólo confesaba abiertamente su homosexualidad, sino que criticaba duramente la
homofobia en el deporte de su país.
El
caso más representativo de un deportista gay en el fútbol americano lo
constituye el gigantón hawaiano Esera Tuaolo.
Tuaolo fue defensa destacado en diversos equipos de la superbowl. Su ‘salida
del vestuario’ se produjo en el año 2002, poco después de finalizar la carrera
como profesional. Esera llegó a confesar que tenía frecuentes pesadillas por
temor a que se conociera su secreto mejor guardado. Hoy vive en
Minneapolis con su pareja y sus dos mellizos adoptados y se dedica al teatro y a la música.
John Amaechi
La última canasta de Amaechi
El
caso del pívot británico John Amaechi
es uno de los más insólitos de entre cuantos destacamos aquí. De hecho, se
trata del único jugador de la NBA
que se ha reconocido gay en plena madurez de su carrera profesional. De padre
nigeriano y madre británica, este gigante mestizo, que jugó en equipos tan
prestigiosos como los Cleveland Cavaliers,
Orlando Magic y el griego Panathinaikós, hizo pública su
homosexualidad en el año 2007, con gran estupor de compañeros y seguidores.
Recibió algunas muestras de apoyo personal e institucional, como el doctorado
honorario por la
Universidad de Manchester. Hoy se dedica al activismo gay y a
denunciar la homofobia en deporte, como denuncia en su libro Man in the middle (2007), donde relata
lo duro que fue vivir su condición sexual en un mundo como el de la NBA y cómo tuvo que refugiarse
en los clubs nocturnos gays para evadirse de una realidad que le asfixiaba cada
día.
El voleibol, hermano menor del
baloncesto, también ha abierto alguna vez sus vestuarios. Juan Pablo
Calderón, jugador norteamericano de origen costarricense, ha sido un ejemplo
de outing dentro del deporte de
élite. Tras confesarse gay, Calderón
abandonó la cancha y se pasó a la pasarela, con tanta fortuna, que en la actualidad
se le conoce más como modelo que como deportista. Nacido en 1975 en Santa
Mónica, estudió en la Universidad
Estatal de California, con cuyo equipo de voleibol compitió
durante varios años. Tras participar en una edición estadounidense de Supervivientes (Survivor: Cook Islands), Calderón pasó a filmar otros reality shows y en uno de ellos salió
públicamente del armario. Ha sido portada de la revista Instinto (2007).
Billy Bean
El béisbol se destapa
Glenn Burke fue el primer jugador de béisbol profesional que declaró ser abiertamente
homosexual. Lo hizo en 1985, dos años después de su prematura jubilación. “No pueden decir que un jugador gay no puede
jugar en la liga. Yo soy gay y lo hice”, declaró en una entrevista. Jugó
con los Dodgers de Los Ángeles y los Athletics de Oakland. En 1995 murió de
sida, tras un accidente de tráfico que le dejó trastornado, cayendo en un
retiro donde se codeó con un mundo de delincuencia, promiscuidad y drogas. Poco
después, Billy Bean, el niño mimado
de la gran liga de béisbol americana, confiesa su homosexualidad para sorpresa
de muchos. Jugaba para los Tigers de
Detroit. En su libro Going the other way,
la estrella de la base relata con valentía la angustia vivida en su encierro
personal y los momentos más amargos de su existencia. Hoy, Bean vive con su
pareja en Miami, donde el jugador lucha por la defensa de los derechos de los
gays.
La
escritora Patricia Nell Warren ha
analizado la personalidad de Jim Bouton,
un antiguo pitcher de los Yankees
neoyorquino y autor del libro Ball Four
(‘Cuarta bola’, 1970). El libro levantó una gran polémica, desacralizando el
deporte nacional americano, lo que provocó la retirada profesional de Bouton.
Entre los muchos mitos que este libro derribó sobre el béisbol hay uno que
tiene que ver con la evidencia de una cierta atmósfera gay en torno a este
deporte. Por aquel entonces resultaba insólito hablar de los escarceos
homosexuales de los jugadores de béisbol, algunos engañando a sus mujeres,
entre otras muchas confidencias consideradas tabúes. Ello, puesto en boca de un
heterosexual como Bouton, poesía un valor añadido innegable. Casi 30 años
después, el árbitro de la
Liga Nacional de Béisbol Dave
Pallone contribuiría a corroborar
las tesis de Bouton, con la publicación de una cándida autobiografía titulada Behind the mask (‘Detrás de la máscara’,
1999). En ella, tras las injustas acusaciones de pederastia que padeció,
confesaba su homosexualidad, como también la confesó poco después el también
árbitro Tyler Hoffman, que abandonó
el deporte para ‘salir del vestuario’ en el año 2002.
La cara y la cruz
El
libro de Jim Bouton nos da pie para hablar de la defensa que un puñado de
deportistas heterosexuales han mantenido a favor de la aceptación de personas
gays en el deporte profesional. El caso más reciente ha sido, sin duda, el del
ex alero de baloncesto Charles Barkley,
quien ha comentado con naturalidad que nunca le ha importado lo más mínimo
compartir vestuario con hombres gays. Barkley, quitando importancia a la
homofobia en el deporte profesional, ha declarado lo siguiente:“Todos los
jugadores han jugado con chicos gays y el que diga que no, es idiota… Me molesta
cuando oigo a periodistas y deportistas en televisión diciendo: ‘Ningún chico
puede salir del armario en un deporte de equipo. Se volverían locos’. Pues
dejadme decir lo que pienso: prefiero tener un chico gay que sepa jugar, que un
heterosexual que no sepa jugar”.
Sean Avery,
un jugador canadiense de hockey sobre hielo milita en el equipo de los Rangers de Nueva York, es una bestia de la liga profesional americana. Sus golpes sucios y provocaciones a
sus rivales, tan frecuentes en este deporte, le han hecho célebre. Pues bien,
hay que decir que, fuera de la cancha Avery, que es heterosexual, milita en la
causa por conquistar la igualdad de derecho al matrimonio para LGTB.
La
cruz de la moneda la integran personas de la catadura moral de la estrella de la NBA de baloncesto Tim Hardaway, con unas manifiestas
declaraciones de un alto contenido homófobo. Hardaway, que ha sido sancionado
por este motivo, confesó que nunca jugaría con un tipo como John Amaechi,
porque odia a los homosexuales. Sorprendentemente, el propio Amaechi ha restado
importancia a estas declaraciones, afirmando irónicamente que Hardaway había
sido sincero en sus declaraciones y que se trataba de un problema de educación
y sensibilización social.
Fútbol y homofobia
El
fútbol es probablemente uno de los deportes en los que la visibilidad de la homosexualidad masculina es más infrecuente. Sin embargo, en los últimos tiempos son muchas las
especulaciones que circulan sobre el hecho de que tal o cual jugador
‘entiende”. Estos comentarios no sólo proceden de las filas de seguidores gays,
sino también desde las gradas mayoritarias de aficionados. Las mismas figuras del
balón a veces alimentan esta rumorología
con sus actitudes, sobre todo dentro del terreno de juego.
La
revista italiana GQ llegó a la
conclusión de que no hay homosexuales en el fútbol, después de que un
periodista se infiltrara durante tres días en los vestuarios de la Fiorentina. Pero
esto no es creíble bajo ningún concepto, y no sólo porque tres días nos parece
un tiempo demasiado corto como para que experimentos de este tipo tengan una
cierta fiabilidad. Sin salirnos de Italia, un jugador anónimo que milita en la
Lega Pro del calcio ha movido los
cimientos del mundo del deporte con sus declaraciones en las que afirma que en
sus horas libres ejerce de chico de compañía y que entre sus clientes figuran jugadores
de equipos de primera división, algunos de ellos incluso internacionales.
Piqué con Ibrahimovic
Yoann Gourcuff
Rumores y desmentidos
Rumores
aparte, nunca en la historia del fútbol un deportista profesional ha declarado
ser gay estando en activo. Esto lo dice todo, si bien hay algo que no cuadra. Según
el diario británico The Guardian, la Universidad de
Staffordshire ha realizado un estudio que, tras entrevistar a 3000 personas
relacionadas directamente con el fútbol (entrenadores, aficionados, árbitros y,
por supuesto, jugadores), ha llegado a la conclusión de que más de la cuarta
parte conoce personalmente a un jugador gay, aunque ninguno de ellos haya dado
el paso de hacerlo público. Este estudio revela, igualmente, que el 80% de los
encuestados se declara tolerante y aboga por una mayor sinceridad y apertura en
sus ídolos del balón.
Sin
embargo, los futbolistas homosexuales tienen miedo de que se sepa lo que
realmente son. Según publica el Financial
Times británico, en Alemania tres jugadores de la selección nacional de
fútbol se han declarado gays, aunque su identidad permanece en el anonimato más
absoluto. En España, los rumores se han cernido ocasionalmente sobre algunos
jugadores inmortalizados en poses sospechosas. Casos como los de Piqué e Ibrahimovic o Guti y su
especial amistad con la transexual Bibiana Fernández fueron seguidos de los
correspondientes desmentidos personales, poses junto a guapas modelos o piropos
lanzados a las periodistas, pero también recibidos en los estadios contrarios
con cánticos a ritmo de “¡maricón, maricón!”.
Por
su parte, en la vecina Francia la prensa ha barajado a veces la homofobia como
una de las causas de la ruptura interna de la moral del equipo azul en los
últimos mundiales. Algunos ejemplos: el icono Yoann Gourcuff, que estuvo a punto de aparecer en la portada de la
revista gay Têtu, o el dúo formado
por Anelka y Ribery, los 'machitos' del fútbol francés. Las aguas tornaron a su
cauce, pero la incógnita sigue abierta en muchos frentes…
Justin Fashanu
Yoann Lemaire
Anton Hysén
héroes y mártires
Pese
a ello, la homosexualidad en el fútbol sigue siendo tabú, como afirma Corny Littman, homosexual reconocido y
presidente del club St. Pauli de Hamburgo, aunque la fiebre mundialista ha
creado grupos de aficionados gays. Littman,
que compara los clubs de fútbol con las asociaciones de cazadores, llegó a
decir en una ocasión: “Soy tan fiel a mi club como infiel soy a mis amantes”. El
alemán afirma que en la Bundesliga hay
homosexuales, aunque no recomienda en absoluto hacerlo público. Como vemos, la
aceptación de la homosexualidad en el fútbol profesional presenta un panorama bastante
desalentador.
No
siguió sus consejos Yoann Lemaire,
futbolista que desde los 14 años militaba en el F.C. Chooz, un modesto equipo de la liga regional francesa. Lemaire
tuvo que abandonar su equipo en el año 2009 tras confesar su homosexualidad, abrumado por
los insultos de sus propios compañeros. Antes que él, sólo dos futbolistas
hicieron una proeza parecida. Anton
Hysén, futbolista sueco que milita en la cuarta liga y que anteriormente
jugó con la selección nacional sub 17 de su país, confesó ser gay en la revista
Offside, lo que levantó un gran
revuelo mediático. EL guapo Hysén ha actuado como presentador y modelo.
El
británico Justin Fashanu (1961-1998)
fue el primer futbolista de élite que hizo outing
estando en activo. Fashanu jugaba en el Nottingham
Forest y otros equipos de la liga escocesa, siendo el primer futbolista de
color traspasado por nada menos que un millón de dólares. Tras el
reconocimiento público de su homosexualidad, en 1990, el futbolista militó en
diversas escuadras, aunque cada vez más personas le daban la espalda, como hizo
su propio hermano el también futbolista John
Fashanu. Rondaba el año 1998. Durante una estancia temporal en los EE.UU Justin
fue acusado de agresión sexual por un chico de 17 años. Aunque la policía
abandonó el caso por falta de pruebas, el mundo ya le había condenado antes de
juzgarle. Abrumado, el jugador acabó suicidándose en mayo de ese mismo año.
Mario Gómez
Marcus Urban
Un tímido destape
No obstante lo visto anteriormente, hay que decir que, frente a la homofobia futbolística secular, se alzan algunos ejemplos de tolerancia por parte de estrellas deportivas heterosexuales que son dignos de tener en consideración. Algunas estrellas, como David Beckam, se han prestado a este juego para convertirse en auténticos iconos gays, y el futbolista hispano-alemán Mario Gómez, que milita en el Bayern de Munich ha instado a sus compañeros a salir del armario, para así poder jugar con la tranquilidad que les otorga la liberación personal por este asunto.
Recientemente,
en abril del 2011, el Parlamento alemán ha estudiado el tabú de la
homosexualidad en el deporte, en una comisión a la que ha comparecido el ex
futbolista Marcus Urban. Urban, que
hizo pública su homosexualidad en el año 2007,
ha declarado que ”la discriminación que sufren numerosos deportistas
homosexuales es un símbolo de otras discriminaciones que existen en la vida de
cada día y en el trabajo: por su orientación sexual, no pueden vivir la vida
que les gustaría vivir”. La comisión se
lamentó de que el fútbol masculino fuera particularmente homófobo, sobre todo
en lo que se refiere a la actitud de los hinchas.
Play off
Como
hemos podido comprobar a lo largo de estos cuatro fascículos, en los que
hemos dividido este denso capítulo dedicado a El
vestuario abierto, no corren vientos favorables que inviten a los
deportistas de élite a confesar su homosexualidad. Pese a ello, merece la pena
destacar los nombres de un puñado de valientes que, con matices, y casi siempre
al final de su carrera deportiva, actuaron de avanzadilla, sufriendo en carne propia
los estigmas de la homofobia por parte del público, de los directivos e incluso
de sus propios compañeros de equipo. El ‘código del vestuario’ no puede
romperse bajo ningún concepto, aunque a veces los propios deportistas den lugar
a ciertos malentendidos, adoptando comportamientos ambiguos cara al público. Pero,
al parecer, los besos y los abrazos, incluso algunas actitudes que traspasan la
simple camaradería, forman parte de un espectáculo sólo permitido dentro del
césped.
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