Aquest post està dedicat amb afecte a Leopold Estapé,
promotor incansable dels coneixements d'història LGBT.
Gràcies, Leopold.
El nombre de Melanesia, como el de Polinesia y, en menor medida, Micronesia, es asociado a menudo con edonismo y placer carnal. Evoca la imagen de islas paradisiacas, casi vírgenes, donde sus habitantes practican la sexualidad de una manera natural y libre de tabúes. No fue casualidad que el cineasta alemán Friedrich W. Murnau reflejara en su filme Tabú todo el esplendor del cuerpo desnudo de aquel joven nativo de
los Mares del Sur. Lo que probablemente desconocía Murnau es que en las
culturas indígenas que habitan las montañas de la isla de Papúa-Nueva Guinea,
tribus ancestrales de entre las más primitivas de la tierra, como los Etoro o
los Sambia, se practica determinados ritos asimilables a una conducta
homosexual. Allí el semen es un bien preciado, sagrado y con fecha de caducidad,
que se transmite del hombre adulto al muchacho por vía oral –a veces también
anal- para infundirle vigor. Pero, además, este tipo de ritos establece lazos
afectivos entre los varones, que se hacen necesarios para perpetuar la cohesión
y pervivencia de la comunidad tribal. La creciente cristianización de estas
tribus está contribuyendo a desterrar tales hábitos que, por fortuna, han sido
profusamente estudiados por antropólogos y etnólogos a lo largo del siglo XX.
Para entender mejor la existencia de determinadas prácticas homosexuales entre las tribus melanesias, debemos hacer un esfuerzo intelectual importante, que consiga apartar de nuestra mente, incluso unos minutos, los estereotipos occidentales construidos en torno a la sexualidad, desde su visión judeocristiana y occidental. Conceptos tales como sexo, placer, homosexualidad, heterosexualidad, sodomía, felación, coito, bisexualidad, etc., deben ser tomados con cautela a la hora de enfocar este asunto, que esperamos abra nuevas perspectivas que evidencien la riqueza y variedad de los diferentes comportamientos eróticos del ser humano a lo largo del tiempo y del espacio.
DE NIÑO A HOMBRE
En muchas culturas, los denominados "ritos de paso" designan al conjunto de actividades que simbolizan la transición de una fase a otra en la vida de un sujeto o entre un grupo y otro de su comunidad. Arnold van Van Gennep , quien acuñó este concepto en 1909, señala que en su desarrollo social un individuo debe llevar a cabo determinadas transiciones entre la juventud y la edad adulta, entre la soltería y el matrimonio o para ingresar en un determinado colectivo. En las sociedades no industrializadas tales transiciones representan un acto clave en la vida social, y se celebran de forma ritual y comunitaria. Uno de los ritos de paso más característicos es el de la iniciación.
En el rito de iniciación el varón deja su condición de infante para convertirse en adulto. Por lo común consta de determinadas ceremonias y, en algunos casos, de pruebas o desafíos que muestren a la comunidad su idoneidad -por lo común su valor, fuerza y destreza- para ser un miembro de pleno derecho. Tras ello, el joven se reintegra en la sociedad como un hombre nuevo, mientras que quien no supera esta clase de rito se convierte en marginado.
En nuestras sociedades modernas, restos del ritual de iniciación perviven en la literatura infantil, cuando el héroe -el iniciado- lucha contra un monstruo o un villano, y al vencerle, obtiene un tesoro y la mano de la princesa, que simbolizan el reconocimiento de su nuevo estatus y el derecho a fundar una familia. Otro fenómeno similar es el de la realización del servicio militar, en la que el soldado es raptado de su comunidad, recibe la instrucción adecuada y es devuelto a su familia convertido en “todo un hombre”. Las novatadas, en el ámbito colegial, o la primera comunión, en el religioso, son otros ejemplos válidos para esta clase de ritos iniciáticos.
LA GUERRA DE LOS SEXOS
Lo que ocurre en determinados territorios indígenas melanesios, salvando las distancias, nos recuerda a otros fenómenos relativos a la pederastia cultural, cuyo exponente más conocido se remonta a la Atenas clásica. En ambos casos abunda la idea ancestral de que el joven guerrero debía madurar rodeado de hombres más expertos, que le instruían en todos los aspectos de la vida, incluido el sexual. En algunas tribus de las montañas de Papúa-Nueva Guineaestos ritos iniciáticos tienen su fundamento en un acentuado antagonismo sexual. El varón, dominante sobre la mujer, relega a ésta a la gestación y el cuidado de los hijos, y, en el caso de los chicos, sólo hasta que estos llegan a la pubertad. A partir de ese momento son los propios varones adultos quienes se hacen cargo de instruir a los muchachos, también en su sexualidad, recluidos en las "casas de solteros", donde las mujeres no pueden entrar bajo ningún concepto.
En opinión de autores como Erik Schimmer y Shirley Lindenbaumla homosexualidad masculina transgeneracional, aquélla que se establece entre individuos de edades diferentes, se explica en gran parte por las funciones que ésta cumple para los hombres, al ayudarles a dominar a las mujeres o para conseguir esposas de una forma eficaz. Los jóvenes, una vez apartados de sus madres y del contacto con otras mujeres, van aprendiendo junto a los varones cuanto hay que saber sobre la caza, el cultivo de la tierra y todo lo que un hombre de la tribu debe conocer. Esto incluye el desarrollo de sus hábitos sexuales, que se ejercitan con la ayuda de otros miembros ya adultos de la tribu, a través de inseminaciones orales y, a veces, anales. En muchas de estas tribus la segregación de los sexos suele ser bastante estricta y de por vida. Los hombres suelen vivir cerca de sus mujeres, pero no en sus mismas viviendas.
Todo este complejo proceso ritual no va a quedar en un mero acto de peculiar pedagogía, sino que trasciende a una dogmática de valores arraigados en el seno de estas comunidades. A través de sus creencias, influenciadas por el animismo, determinadas tribus, como los Etoro o los Sambia , construyen su propio universo mágico, que afecta a todo aquello que les rodea y que influye en su existencia misma, como individuos y como colectividad. De esta manera, surgen una serie de ritos en torno al semen que parecen tener como finalidad última la cohesión y preservación de la masculinidad en la tribu.
GUARDIANES DEL SEMEN
Los Etoro habitan las montañas de la isla de Papúa-Nueva Guinea. En la actualidad cuentan con tan sólo unos 400 miembros, dedicados a la caza y la agricultura. Son célebres dentro de los estudios antropológicos por la manera con que incentivan conductas de tipología homosexual entre sus varones. Cuando un etoro alcanza los 12 años, comienza a practicar la felación a otro joven de mayor edad con una frecuencia casi diaria. Este joven le es asignado como compañero, lo que no excluye que en determinados momentos participe en ceremonias similares que implican a mayor número de varones, siempre mayores que él, hasta que llega el momento en el que el joven alcanza el estatus suficiente para convertirse en 'inseminador' de otros jóvenes menores.
Los Etoro retrasan el matrimonio con mujeres todo lo que pueden, y al hacerlo se interesan más por reforzar los lazos que les unen a sus compañeros masculinos. Así, por ejemplo, con el paso de los años, el hombre mayor se suele casar con la hermana del más joven. Pero no todo queda ahí. Las relaciones heterosexuales son más escasas de lo habitual, quedando limitadas a periodos que no sobrepasan los 100 días del año, siempre fuera del recinto de la tribu, en la selva –con los peligros que ello conlleva- y sólo se limitan a la procreación. No es de extrañar que con estas restricciones la tasa de natalidad sea bastante baja.
EL ELIXIR DE LA VIDA
¿A qué obedece esa extraña conducta? ¿Tienen que ver estas prácticas con la baja tasa de natalidad de estos pueblos? Con toda probabilidad. La idea central se basa en el hecho de que estas tribus consideran al semen como elemento vital y primordial para el ser humano, un fluido que, en cambio, se agota con demasiada facilidad. La leche materna no es sino semen que la madre proporciona al hijo para su crecimiento y desarrollo durante los primeros años de vida. En el periodo de lactancia, el niño ingiere la leche de su madre, y esta queda retenida en su interior, pero se va agotando paulatinamente hasta llegar a la pubertad. Por eso, a la edad aproximada de doce años, se hace necesario surtir al joven de ese preciado líquido que ha perdido con el paso del tiempo y que, en sus creencias, el organismo no es capaz de elaborar por sí mismo. Y qué mejor manera de hacerlo que procurando que un chico ingiera semen de otro varón adulto. Así, un volumen necesario de flujo seminal queda asegurado para el hombre y éste puede dosificarlo y preservarlo como oro líquido para procurar su longevidad y la supervivencia de la tribu.
Dicho en otras palabras, el hombre Etoro piensa que practicar el coito con una mujer agota apresuradamente la cantidad efímera de semen que éste posee, perdiendo parte de su energía y acercándole más a la muerte. No es de extrañar, por tanto, que, partiendo de estas premisas, su masculinidad se desarrolle mejor en contacto sexual con otros hombres, quienes, mediante inseminaciones orales, se surtirán de savia nueva y fresca. Cuanto más frecuentemente inseminado quede un hombre, mayor será su capacidad vital y su masculinidad. A cambio, el 'inseminador' obtiene placer sexual y, lo que es mucho más importante, la satisfacción de haber participado en la continuidad de un rito ancestral e imprescindible para la cohesión social de la comunidad.
LOS SAMBIA
Similar al caso de los Etoro es el de sus vecinos los Sambia , que habitan las tierras altas al este de Papúa-Nueva Guinea, en número aproximado de 2.500 habitantes repartidos en un territorio selvático muy extenso. Para los Sambia la homosexualidad ritual es también su leitmotif . El semen, recurso escaso, se transforma en elemento fetiche, una especie de “mercancía” sagrada de valor incalculable. La mujer es un ser inferior, una agotadora de hombres, debido en gran parte al exceso de sus fluidos vaginales y, sobre todo, menstruales. Por eso las relaciones heterosexuales se espacian en el tiempo, se dosifican sobremanera, evitando así el envejecimiento y la muerte prematura del varón. La mujer madura de forma natural porque sus cuerpos contienen la vagina ( tingu), un órgano de sangre menstrual que acelera su desarrollo. En cambio el varón sólo puede madurar ingiriendo cantidades de semen, ya que esta tribu, como los Etoro y otras más de la región, creen que sus órganos genitales no producen semen por sí solos, sino que precisan ingerirlo de otros hombres.
A partir de los 10 años, los chavales sambia son llevados a la casa de los solteros, donde tendrán prohibido el contacto con las mujeres. A partir de entonces, los jóvenes han de pasar por seis iniciaciones durante los próximos diez a quince años. En la primera de ellas (denominada moku ) se practican las felaciones. Los jóvenes aprenden a ingerir semen de otros compañeros de más edad, porque el sexo oral les hará más grandes y fuertes. Cuando alcancen la última de las seis etapas de iniciación, los jóvenes están preparados para invertir los papeles y pasar de mamadores a mamados.
En el lenguaje sexual de los sambia la forma más habitual de sexo se denomina duvuno (literalmente, empujar o penetrar), que se realiza mediante la 'lucha del pene' ( laakelu mulu ) por liberarse de su erección, introduciéndose tanto en la 'cosa de allí abajo '(vagina), como a través del' orificio de bambú ', metáfora que designa la boca de los muchachos.
EL CONCEPTO DE SEXO
Las tribus del semen sólo conciben el placer sexual en contacto con otra persona. La masturbación está desechada, ya que practicarla agotará inútilmente el esperma del hombre que la realice. El sexo más frecuente es el oral, sobre todo entre hombres, aunque también las mujeres, cuando dan a luz, deben ser inseminadas oralmente para poder amamantar a sus hijos. El sexo anal se concibe de dos formas: como trabajo ( wumdu ), aludiendo a la procreación, o como juego ( chemonyi ), que consiste en practicar sexo por placer, inseminando oralmente o sodomizando, a sabiendas de que no va a haber procreación.
Gilbert H. Herder , que ha estudiado a fondo esta clase de rituales, distingue varios parámetros dentro de la cultura sambia, que pueden funcionar a otras tribus del entorno, como los Etoro. Ya hemos visto que el juego erótico ( chemonyi ) consiste en gastar el semen para conseguir el orgasmo, mejor con varones, ya que una mujer casada es inferior, se considera como una propiedad y es menos excitante que un joven o una mujer virgen. Sin embargo, en la procreación ( wumdu ) la inseminación oral de la mujer por su esposo se hace necesaria, para que el semen se transforme en tejido fetal.
El ciclo del esperma sería
grosso modoel siguiente. Partiendo del principio de que el crecimiento humano se debe a la ingesta de semen, en su equivalente la leche materna, en el momento en que la mujer, previamente inseminada vía oral por su esposo, queda embarazada, el semen acumulado en su interior se transforma en tejido fetal y, más adelante, en la leche que amamantará a la criatura cuando nazca. Si el niño es varón, el semen quedará almacenado en sus testículos, pero se irá perdiendo con el paso de los años. Al llegar la pubertad, el niño comienza a ser inseminado por otro joven mayor. Ello hará que el cuerpo del muchacho vaya a poco a poco el aspecto y la fortaleza de un hombre, con todos sus atributos masculinos. Mientras tanto, el varón ha de dosificar la pérdida de semen con inseminaciones, orales o anales, pero siempre con hombres, para no agotarlo innecesariamente.
ESPIRITUALIDAD
Es normal que los jóvenes novicios sientan cierto temor antes de afrontar su primera felación. “Me sentí asustado –recuerda Kaluto, un sambiano de las montañas orientales- porque los penes eran enormes”. Sin embargo el miedo desaparecía rápidamente ante la creencia superior que hace necesaria la ingestión de semen. " Si ustedes, muchachos, no beben el semen no crecerán grandes," –arengaba un anciano de Sambia a los iniciados prepúberes- "ustedes no deben asustarse de comer los penes ... que es justamente como la leche del pecho de su madre. Ustedes pueden ingerirla todo el tiempo y crecer rápidamente. Un muchacho debe ser inseminado ... Si no come el semen, él sigue siendo pequeño y débil. "
En el ciclo del semen también radica en gran medida la espiritualidad de estos pueblos. Combinando elementos naturales y sobrenaturales, estas tribus consideran que los espíritus familiares los transmiten los varones mediante el preciado líquido que da la vida. También entra dentro de esta categoría la concepción del alma, que es entendida como un producto del esperma del padre, transmitido a su hijo en el momento de la gestación.
CAZADORES DE CABEZAS
En la parte de Papúa que pertenece a Indonesia, al este de la isla Yos Sudarso y cerca del río Maro, habita la tribu de los Marind-anim . En tiempos pasados los Marind-anim fueron conocidos como feroces cazadores de cabezas, por considerar que el cráneo humano contenía una especie de elixir que infundía fuerza y valor a los guerreros. También construían mitos que pasaban de generación en generación, y adoraban diversas formas de totemismo, dando forma a los héroes-demonios familiares ( dema ) de los ancestros, así como animales, plantas y objetos cotidianos relacionados con la alimentación.
Algunos etnólogos y antropólogos, como el suizo Paul Wirz , el alemán Hans Nevermann o el holandés Jan van Baal , estudiaron en profundidad los entresijos de estas culturas. En concreto Van Baal analizó el caso de los Marind-anim mientras ejerció el cargo de gobernador de la Nueva Guinea holandesa entre los años 1953 y 1958. Así, que la forma habitual de matrimonio era la de intercambio de jóvenes novias entre distintas familias, quedando prohibido hacerlo entre primos hermanos.
El día de su boda a la mujer se le permite tener relaciones sexuales con diversos miembros masculinos de la familia de su esposo, antes de hacerlo con él mismo. Esta clase de encuentros rituales volvían a repetirse en otros momentos de su existencia, por ejemplo, inmediatamente después de que una mujer diera a luz. Por lo que se refiere a los muchachos, durante un periodo de seis años los chicos eran entregados a los tíos maternos, que los sodomizaban y así, inseminándolos, creían infundirles vida y valor.
PRIMOS HERMANOS
Se alude con el nombre de Melanesia a una de las grandes concentraciones de islas en Oceanía que integran las naciones de Papúa-Nueva Guinea, Islas Salomón, Vanuatu y Nueva Caledonia. Muchas son las etnias que se dan cita en este espacio geográfico, que se expresan en unas 350 diferentes lenguas reunidas en dos grandes grupos lingüísticos: los hablantes de las lenguas papúes y los de las oceánicas melanesias. Pues bien, hay que decir que entre un 10 y un 20 por ciento de estas tribus han practicado obligatoriamente la ceremonia del semen. Aunque el caso de los Etoro y los Sambia cuenta con estudios de mayor trascendencia, como veremos, hay otras tribus que conductas rituales se les asemejan sobremanera.
Los miembros de la tribu de los Jacquai consideran la sodomía como deber del mentor a cuyo cargo está la masculinización del joven y se emplean al hombre adulto activo como mes-e
('ano-padre') y al muchacho pasivo como mes-mog
( 'ano-hijo'). Por su parte, los Keraki , de las tierras bajas de Papúa, practican el coito anal a los jóvenes en una ceremonia denominada "el bramido del toro", y en la gran meseta donde habitan los Kaluli se empareja a los jóvenes con adultos elegidos por sus padres. Cerca de ellos, los Kumula , consider a los jóvenes como 'esposas' de sus inseminadores.
Los miembros de la tribu de los Jacquai consideran la sodomía como deber del mentor a cuyo cargo está la masculinización del joven y se emplean al hombre adulto activo como mes-e
('ano-padre') y al muchacho pasivo como mes-mog
( 'ano-hijo'). Por su parte, los Keraki , de las tierras bajas de Papúa, practica el coito anal a los jóvenes en una ceremonia denominada “el bramido del toro”, y en la gran meseta donde habitan los Kaluli se empareja a los jóvenes con adultos elegidos por sus padres. Cerca de ellos, los Kumula , consider a los jóvenes como 'esposas' de sus inseminadores.
P ara el pueblo de los Asmat , que habitan en el extremo occidental de Nueva Guinea, la práctica de la sexualidad se define como mbai , esto es una 'amistad' de por vida, similar al matrimonio entre hombre y mujer. Se trata, por tanto, de un caso extraño entre los pueblos melanesios, que sólo conciben la ceremonia del semen como un simple rito esporádico que, aunque une ocasionalmente a dos personas, no las ata jurídica ni sentimentalmente. Sin embargo, este tipo de relación suele establecerse entre varones de distinto rango y edad, al estilo de la pederastia ateniense, y nunca entre camaradas.
¿AMIGOS PARA SIEMPRE?
El antropólogo Gilbert H. Herdt considera que hay cuatro tipos de prácticas entre individuos del mismo sexo: las estructuradas por edad, por género, por clase social y las igualitarias, que hoy podríamos asimilar a una relación gay. Hay que decir que, en el caso de Melanesia, la norma principal que rige las prácticas entre varones es la edad, contextualizada en una cultura muy particular y asimilada a través de unas creencias ancestrales que han ido asentándose generación tras generación. Por todo ello, los hombres que practican esos ritos no deberían ser catalogados como homosexuales convencidos. Tampoco existe el concepto de pederastia, como lo entendemos nosotros
En los poblados del Trans-Fly , instalados en las márgenes del curso medio del río Fly, se entiende el coito anal entre varones como una actividad necesaria para el desarrollo físico del hombre. Cuando al muchacho empieza a salirle el vello de la barba, sus tíos maternos lo apartan del gineceo y, acto seguido, lo instalan en las llamadas 'casa de solteros'. Allí compartirá juegos de caza y otras actividades con grupos de hombres mayores, donde entra en juego la posibilidad de mantener relaciones homosexuales.
A la isla de Malekula , Situada al norte de Vanuatu, en las Nuevas Hébridas, se le ha considerado traditionally Como Lugar Común para las Relaciones ORGANIZADAS Entre hombres, Lo Que hoy día definimos Como Relaciones homosexuales.En la zona septentrional de this isla habita la tribu de los Nambas , cuyos jefes tienen el privilegio de sodomizar a un grupo de muchachos. De esta forma los hombres mayores, cuyo poder está representado en los grandes estuches ( koteka ) que envuelven sus penes, ayudan a los más jóvenes a convertirse en maduros. Según Guiart, una relación de tipo homosexual puede llegar a incluir al abuelo paterno y su nieto.
El placer sexual no es el denominador común de todas estas prácticas, sino la creencia de que a través de ellas el órgano sexual del joven se desarrollará más grande y fuerte si se le "entrena" con otro hombre bien dotado. Para los Nambas, por ejemplo, un pene grande es necesario en el contexto de la dominación masculina, Cuando el joven se hace adulto puede tomar otro joven para "adiestrarle" en estas prácticas, que hará que en el futuro llegue a alcanzar un extraordinario poder.
En este ciclo iniciático son curiosos los términos utilizados para designar los papeles de unos y otros, como el de "esposa" y "marido de la hermana". Los dubut o guardianes son los encargados de entrenar a los nilagh sen o novicios. Curiosamente, según nos informa AB Deacon, a veces estas parejas se comportan al estilo de las heteronormativas, en el sentido de que pueden existir celos por parte del "marido" cuya "esposa" mantiene contacto físico con otros nombres. El mismo Deacon vio cómo el coito anal entre hombres se realizaba de pie, en la postura designada como nggariik.
EL EXTRAÑO CASO DE EAST BAY
La isla de East Bay se encuentra en el sector nororiental de Melanesia, El investigador WH Davenport estudió el comportamiento sexual de las tribus que la habitan, llegando a la conclusión de que constituyen el único caso existente en estos pueblos de práctica entre varones de edad similar . En efecto, Davenport insiste en el hecho de que los adolescentes masculinos practican sexo recíprocamente y en condiciones igualitarias. Las parejas de chicos se turnan en la masturbación y, a veces, también en la práctica del coito anal. No se llega a desarrollar ni amor, ni lazos emocionales fuertes. Tan sólo son favores que se esperan de una buena amistad.
El mismo Davenport, en una carta dirigida a su colega Gilbert H, Derdt, expone su preocupación por el hecho de que estas prácticas rituales se estén perdiendo por el paulatino arraigo en estas comunidades del cristianismo, que avanza a pasos de gigante en los últimos tiempos . Por un lado está la intervención del gobierno de Papúa-Nueva Guinea, con el apoyo de la iglesia, extrañamente, para evitar las sanciones contra las faltas heterosexuales extramaritales (fornicación y adulterio). Por otro está la propia visión judeocristiana y occidental tradicionalmente contraria a la homosexualidad que, indudablemente, esta acarreando un claro declive de las relaciones entre hombres.
Lo que está en juego, dice Herdt, es una ontología, una realidad cultural única, tan en contraste con la de los occidentales, que el rito de la inseminación de muchachos, cuyo aspecto erótico horroriza a la mentalidad judeocristiana, está siendo rápidamente enterrada.
IDIOMAS DE LA MASCULINIDAD
Una duda se cierne sobre nuestra mente de occidentales a la hora de enfocar esta clase de ritos del sexo. ¿Puede hablar de que las ceremonias del semen, y todo lo que implica desde el punto de vista convivencial, que es una población masculina en homosexual? No todos los analistas están de acuerdo en este punto, pero lo que parece lógico suponer es que esto nunca llegue a producirse en la mayoría de los casos. Tampoco puede hablarse de una bisexualidad generalizada.
En opinión de investigadores, la sexualidad de estas tribus melanesias, además de jerarquizada, es marcadamente secuencial. Dicho de otro modo, pueden distinguirse diferentes etapas, que están perfectamente delimitadas en el tiempo y que raramente se solapan. Así, a partir de una edad, que va de los 7 a los 12 años, la sexualidad de los muchachos está enfocada exclusivamente a los de su mismo sexo. Más adelante, en una etapa de madurez vital, los varones simultanean las inseminaciones a otros hombres con unas esporádicas relaciones heterosexuales marcadas por un estricto código, que impida el 'desgaste' de su virilidad. Puede hablarse entonces de una bisexualidad estacional, que, en la mayoría de los casos, desemboca en una plena heterosexualidad.
No hay una explicación clara sobre las razones que impulsan a una sociedad a ser permisivas o restrictivas cara a la homosexualidad. Sin embargo, se detectan dos correlaciones interesantes a este respecto. Una de ellas se refiere al hecho de que aquellas culturas radicalmente opuestas al aborto y al infanticidio también son intolerantes con la homosexualidad. La segunda, más interesante para el caso que nos ocupa, se refiere a la relación existente entre la escasez de alimentos y una mayor tolerancia con las relaciones entre varones, debido a que la homosexualidad es admitida e incluso impulsada cuando existe una importante presión demográfica. Entonces aparece una predisposición a la abstinencia de relaciones entre hombre mujer y al uso, entre otros métodos, del control de la natalidad como instrumento que regule el crecimiento poblacional de unas sociedades aisladas, cuyo espacio vital es muy limitado. Es lo que, al parecer, sucedió en el seno de algunas tribus de Nueva Guinea que hemos recordado en este artículo.
PARA SABER MÁS:
Herdt, Gilbert H. Ritual de homosexualidad en Melanesia . Madrid: Fundación Universidad-Empresa, DL 1992.
Knauft, Bruce M, What Ever Happened to Ritualized Homosexuality? Modern Sexual Subjects in Melanesia and Elsewhere , Annual Review of Sex Research, 2003. (Consultado el 5 de noviembre de 2006).
Baal, J. van. Dema: Descripción y Análisis de la Cultura Marind-anim . La Haya: Martinus Nijhoff, 1966.
Arnold van Gennep, Los ritos de paso . España, Tauro, 1986.
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