Dentro del
círculo íntimo de Paul Cadmus destacaron otros dos pintores: su coetáneo Jared
French y, más adelante, el joven George Tooker, que en Norteamérica cierra el
ciclo del realismo social de mediados del siglo XX. Aunque cada uno de ellos
tiene su estilo propio, los tres coinciden en abordar desde distintos ángulos
aspectos relativos a la crítica social de la época que les tocó vivir. Los tres
son, igualmente, deudores del arte figurativo de los antiguos maestros del
Renacimiento. French, al igual que hizo Cadmus, se sirvió del desnudo masculino
como mecanismo de autoafirmación. Tooker, en cambio, se alejó de esta visión para
situar al hombre desnudo lejos del deseo, en un mundo hermético, desolado y
alienante.
George Tooker, fotografía de George Platt Lynes
EL JOVEN MARINE
Cuando George
Tooker conoce a Paul Cadmus, en 1944, era un joven estudiante de arte en las
clases de dibujo que Reginald Marsh impartía para la Arts Students League de
Nueva York, institución donde tiempo atrás había estudiado el mismo Cadmus. Cadmus, que era dieciséis años mayor que él y por
aquel entonces un artista bastante consolidado en los círculos americanos, introdujo
a Tooker en la técnica de la témpera al huevo, que pronto se convirtió en su
principal modo de pintar, y también le presentó a un nutrido grupo de
escritores, compositores y artistas de su círculo profesional.
George Clair Tooker Jr. había nacido el 5 de agosto
de 1920 en Brooklyn, el corazón de la ciudad de Nueva York. Hijo de madre
cubanoamericana y padre anglofrancés, George se había educado en la religión
episcopaliana, aunque al final de su vida se convirtió al catolicismo. Desde
bien joven Tooker había mostrado su pasión por el dibujo, por lo que sus padres
deciden mandarle a las clases del amigo Malcolm Frazier, que seguía la
tradición de la escuela realista de Barbizon. Cuando la familia se traslada a
vivir a Andover, cerca de Boston, Tooker estudia en la Academia Phillips y,
poco después, pasa mucho tiempo en el Fogg Art Museum ejecutando acuarelas paisajísticas.
Pero es también entonces cuando percibe el potencial de la pintura como arma
para combatir las desigualdades de la sociedad, algo que desarrollará en
adelante como leitmotiv de su estilo
pictórico.
William Christopher, fotografiado por George Platt Lynes
EL AMOR DE SU VIDA
Alentado por sus padres, Tooker
termina sus estudios de Filología Inglesa en la Universidad de Harvard, donde participa
en actividades promovidas por grupos progresistas y filosocialistas. Tras
graduarse en 1942, se alista en el cuerpo de Marines de los EE.UU., que
abandona al poco tiempo debido a una úlcera intestinal provocada por el estrés.
En 1945 se muda a Greenwich Village, cerca de Nueva York, gracias al apoyo de
su familia. La amistad con Cadmus se hace en aquel tiempo más estrecha aún. En
1949, los dos deciden pasar seis meses viajando por Francia e Italia.
Su vida
sentimental podría parecer complicada, ya que antes Tooker tuvo una relación
con Cadmus, el amante de Jared French, quien por aquel entonces estaba casado.
Pero, cuando Tooker conoció a Christopher, Cadmus le dio su bendición. Así que
ambos de mudaron al loft de
Manhattan, donde fabricaban muebles a medida, para complementar sus escasas ganancias
como pintores. La suerte empieza a sonreír al joven Tooker, justo cuando su
cuadro The Subway (1950) se convierte en obra de arte cotizada, tras adquirirla
el Museo Whitney. Poco después tendría lugar su primera exposición monográfica
en la Galería Hewitt Edwin de Nueva York.
William Christopher (1924-1973) fue el
gran amor de su vida. La pasión por la pintura era el eslabón que les unía,
pero realmente hubo mucho amor y complicidad entre los dos. En el año 1953,
tras el incendio que destruyó el loft
neoyorkino donde vivían, ambos se trasladan a una pequeña granja de Hartland
(Vermont) que habían construido juntos, cerca de la casita donde Jared French y
su esposa Margaret pasaban los veranos. Este pequeño cottage inspiró muchas de las
pinturas de Tooker, como la serie Window. La muerte de Christopher dejó a
Tooker sumido en un estado místico y espiritual que le condujo, entre otras cosas, a abrazar el
catolicismo.
George Tooker, Sevillanas (1975)
PISANDO ESPAÑA
Desde aquel éxito de The Subway nuestro artista no
parará de exponer en distintas galerías. En un corto periodo de tres años,
entre 1965 y 1968, Tooker regresa a la Art Student League, esta vez como docente.
Es poco después cuando la salud de Christopher comienza a resentirse, hasta el
punto de que, a partir de 1967, Tooker decide pasar los inviernos fuera del
frío neoyorquino, en lugares más templados al sur de Europa. En un apartamento
de Málaga la pareja pasa largas temporadas, hasta la muerte de Christopher, en
1973, que precisamente tiene lugar en la capital de la Costa del Sol. Tooker
pasará todo ese año y parte de 1974 en Málaga haciéndose cargo de los bienes de
su amado compañero, para después regresar definitivamente a los Estados Unidos.
Su paso por España dejó impronta en
algunas pinturas del periodo previo a la muerte de Christopher, no sólo en lo
que se refiere a los temas tratados, sino también por la luz que descubre en la
Costa del Sol y que, de alguna manera, interpreta a través de sus lienzos.
Obras como Claveles (1974) o Sevillanas (1975) son ejemplo de ese lúcido
periodo hispánico del pintor con su sello siempre inconfundible.
Los últimos años de su vida los ha de
pasar Tooker en el retiro de su casa de Hartland, en el estado de Vermont. En
esta pequeña granja, donde vivía con sencillez franciscana, muere George Tooker
el 27 de marzo del 2011, a causa de un fallo cardiaco. Poco antes, en 2007,
recibía la Medalla de Oro de las Artes de manos del Presidente George Bush.
George Tooker, Children and spastics (1946)
PINTURA Y ENTORNO SOCIAL
La homosexualidad es un tema algo distante de la
pintura de George Tooker. Tan sólo aparece esporádicamente en sus inicios como
pintor. El cuadro titulado Children and
Spastics (1946), donde un grupo de sádicos atormenta a tres frágiles
figuras masculinas de aspecto afeminado, es una de sus pinturas más crueles. En
ella quiso denunciar la homofobia que detectaba en determinados ambientes. Pero,
si exceptuamos esta obra, amén de otros desnudos como los de Fountain (1950) y alguno de la serie Windows (1950-60), la mayor parte de la pintura de George Tooker se
aparta de sus sentimientos sexuales, para instalarse en el terreno de la crítica
frente a la alienación humana, la soledad y el hermetismo del hombre de su
tiempo. El mismo Tooker se consideraba más un observador de la sociedad que un
intérprete de ella.
Queda claro, pues, que su obra en absoluto puede
calificarse como homoerótica. A diferencia del erotismo que, de una y otra
manera, aflora en la obra de sus colegas y amigos Paul Cadmus y Jared French,
la pintura de Tooker adolece de ese carácter lúdico tan propio del realismo
mágico, movimiento al que, no obstante, muchos críticos adscribieron la mayor
parte de sus lienzos. Los personajes que representa en sus cuadros carecen de
una firme naturaleza sexual, ubicados, como están, en el único género de lo
humano. Se trata de hombres y mujeres que padecen similares inquietudes y que
intentan sobrevivir en un mundo que los aísla y los destruye.
George Tooker, Girl with a basket (1987-88)
¿UN ESTILO TRADICIONAL?
Desde el punto de vista estético hay que decir que
George Tooker fue un pintor de corte tradicional. El peso de la pintura
renacentista y barroca es a todas luces evidente en sus composiciones. Sin
embargo, desde un prisma estrictamente emocional puede hablarse de él como un
iconoclasta contemporáneo. Sus figuras, clásicas en la plástica y en la técnica,
transmiten, en cambio, una enorme tensión, que las conecta con el mundo
presente. En su obra Girl with a Basket
(1987-88) una chica sostiene una cesta de frutas. En principio, nada parece
obligarle a sentirse perturbada. Sin embargo, su mirada delata una inevitable
ansiedad. Es el mito de Venus redivivo, como ocurre en la mujer de Landscape with Figures II (1999), un
ejemplo magistral de esa forma tan peculiar de combinar lo pagano y lo profano,
lo sublime y lo grotesco, que Tooker abordaba en muchas de sus obras. Como Goya
y otros muchos maestros hicieron en su día, Tooker construye alegorías sobra la
vida moderna basadas en una iconografía tradicional.
EL ENIGMA DE TOOKER
Cuando nos enfrentamos por primera vez a
un cuadro de George Tooker, una extraña sensación de misterio se apodera de nosotros inmediatamente. El enigma de sus obras no pasa desapercibido en ningún caso y es
fácil entrever el reflejo de una sociedad norteamericana instalada en plena
Guerra Fría y manipulada por la doctrina del Macartismo. Son secuelas que
delatan a los personajes que Tooker representa, con aspecto de estar muertos y
unos ojos vacíos que parecen querer mostrarnos el lado más oscuro de una
sociedad cada vez más mercantilista e inhumana, formada por aquellos
estadounidenses alienados e intelectualmente conformistas que
poblaban la América de los 50.
A pesar de los reconocimientos oficiales a su
carrera, que le llegaron en el momento en el que menos los buscaba, George
Tooker, como hicieron también Cadmus y French, vivió ajeno al capitalismo de
limusinas, noches de neón y alfombras rojas. Tampoco se preocupaba en exceso
por el mercado del arte. Su mundo personal fue bastante hermético y sencillo,
tan sólo rodeado de sus seres queridos y sus amigos, también pintores, como los
integrantes del grupo PaJaMa , cuya influencia estética en las pinturas de
Tooker resulta evidente. La impronta de French se muestra en obras como Fountain (1950) y Market (1949).
EL METRO
La obra que, sin duda, mejor revela la grandeza de
Tooker como artista es The Subway. También es la más representativa de todas ellas, como demostraron los creadores de la serie The Simpsons, al incluirla en uno de sus episodios. El cuadro fue pintado en 1950, doce años antes de que Mark Rothko rematara su Entrance to a Subway. En él Tooker compara el mundo en el que vive con un
infierno y lo hace a través de uno de los símbolos más presentes en su entorno
vital: el tren suburbano. El rostro de la figura femenina central refleja una
ansiedad indescriptible, pero su pose parece sugerir una actitud interior de
rebeldía que nos recuerda vagamente a la de la Libertad de Delacroix que guía a su pueblo hacia la
victoria.
Pero el suburbano de Tooker se muestra en realidad como
un laberinto del que no hay salida. La gente se encuentra desconectada entre sí
y alienada, unos caminando como zombis, otros hablando por teléfono. Es el
reflejo de una humanidad mitad deprimida, mitad aterrorizada.
SUS MEJORES CUADROS
La obra de
George Tooker no es tan extensa, si se tiene en cuenta que vivió 90 años. La
enorme precisión de que el pintor hacía gala y la laboriosidad propia de la
técnica de témpera al huevo contribuyeron a que por lo general Tooker no
llegara a concluir más de cuatro o cinco cuadros al año, como mucho, siendo los
mas representivos aquellos que mejor profundizan en ese mundo desolado y
alienante que el artista captaba en su entorno más próximo.
Si The Subway fue la obra que le lanzó al estrellato, no le van a la zaga otros cuadros suyos de marcada denuncia anti-sistema, como Waiting Room (1959), donde los ciudadanos aguardan tristes y desangelados a que les legue el turno, o Government Bureau (1956), que refleja el peso de la burocracia en su estado más siniestro. Algo similar sucede en Highway (1953), donde confluyen el vicio y lo grotesco en un mundo deshumanizado, mientras que Toilette (1962) ofrece una versión actualizada del tema bíblico de Susana y los Ancianos, cuando la mujer se convierte en una escultórica Venus símbolo de la lujuria y la vulgaridad. Todas ellas son alegorías de la vida moderna, que le confirman como genial cultivador del realismo social.
Sin
renunciar a sus personajes de rostros inexpresivos y miradas ausentes, hay otro tipo de pintura que, en
apariencia, resulta menos comprometida desde el punto de vista social y que refleja aspectos más
íntimos del ser humano. Pero no nos engañemos. Tooker aprovecha cualquier
ocasión para mostrarnos su crítica personal frente a la sociedad en la que
habita y con la que discrepa. Esto sucede en su serie Windows o en muchos otros cuadros donde los personajes se abrazan a
caballo entre la ternura y el desamparo.
El significado social y a veces sexual de sus figuras resulta siempre
sorprendente.
OTROS
TEMAS
Por
ejemplo, la representación de figuras afroamericanas es una constante en parte
de la obra de Tooker. Obras como Guitar
(1957), Window VII (1963), Window VIII (1966) o Dark Angel (1996) son interpretadas a la
luz de una crítica que desafía a la política de apartheid estadounidense, en un momento en el que los movimientos
por los derechos civiles estaban en su apogeo. A ello hay que unir la relación
de afinidad personal que, tanto el pintor como su pareja William Christopher, tenían
con el líder Martin Luther King.
La mayor
parte de la pintura de George Tooker habla de amor, de la muerte, el sexo, la
alienación, la vejez, e incluso el sentimiento religioso más profundo. A
finales de los años 40 Tooker ya había adquirido un estilo propio, que
desarrollaría hasta bien entrada la década de los 60, cuando decide retirarse a
su granja de Vermont. Este aislamiento vital, unido a la muerte de su amado
Christopher, propiciarían en él una crisis espiritual que desembocaría en su conversión
a la Iglesia Católica, de la que nos ha dejado muestras, como el retablo que
pintó para la Iglesia de San Francisco de Asís en Windsor, Vermont.
Sus pinturas
forman parte de colecciones privadas,
aunque la DC Moore Gallery es la institución depositaria de su legado
artístico.
EPÍLOGO
George Tooker cierra
con letras de oro el ciclo que hemos abordado sobre el realismo mágico americano
de mediados del siglo XX. A lo largo de cuatro capítulos –algo no tan frecuente
en estas Homocrónicas- hemos podido reconstruir los entresijos de un
interesante círculo formado por artistas, todos ellos homosexuales, en torno al
genial Paul Cadmus. Un grupo que se completa con Jared French y su extraña
pintura psicoanalítica y George Platt Lynes, padre del homoerotismo fotográfico,
entendido en su sentido más actual.
La extensión de
esta serie queda justificada por el interés que a
nuestro juicio merece este pequeño grupo de geniales
artistas, algunos de
cuyos miembros estuvieron unidos también sentimentalmente, y nuestro propósito de dar a conocer sus
inquietudes y sus logros a quienes no han tenido aún la ocasión de oír hablar de ellos. Hay que
agradecerles, en definitiva, no sólo su contribución a la historia del arte
homoerótico, sino algo mucho más importante aún: haber propiciado uno de los periodos más
fructíferos y auténticos del arte contemporáneo.
PARA SABER
MÁS :
David Leddick, Intimate Companions : A Triography of
George Platt Lynes, Paul Cadmus, Lincoln Kirnstein. Nueva York, Stonewall
Inn Edition, 2001.
Wendy Moffat, A
New Bloomsbury ? Foster, Cadmus and the Frenches in Greenwich Village,
en : Archives of American Art, vol, 49, 3-4, págs. 26-33.
Lincoln
Kirstein, Paul Cadmus. San Francisco,
Pomergranate Artbooks, 1992.
Justin Spring, Paul Cadmus : The Male Nude, Nueva
York, Universe, 2002.
Nancy Grimes, Jared French’s Myths. San Francisco,
Pomegranate Artbooks, 1993.
Jerry Wechsler, The Rediscovery of Jared French, New
York, Midtown Payson Galleries, 1992.
Thomas H.
Garver, George Tooker, San Francisco,
Pomegranate Artbooks, 2002.
Robert
Cozzolino, George Tooker, Londres, M.
Holberton Publ., 2009.
David
Sutherland, Paul Cadmus, Enfant Terrible
at 80. Documental, 1984. Producción de Philip Eliasoph. Fairfiled
University, Connecticut.
Nota: Comprobamos con cierto estupor la ausencia de monografías en español y traducciones de obras dedicadas a estas cuatro grandes figuras del realismo mágico norteamericano.
GALERÍA
Children and spastics (1946)
Dance (1946)
Autorretrato (1948)
Curtis Galleries, Minneapolis
Bird Watchers (1948)
New Britain Museum of AMerican Art, Connecticut
Coney Island (1948)
Festa (1948)
Cornice (1949)
Market (1949)
Bathers and Bath House (1950)
The Subway (1950)
Gypsy (1951)
Singer (1952-53)
Builders (1952)
Garden Party (1952)
Doors (1953)
Highway (1953)
Terra Foundation for American Art, Chicago
Jukebox (1953)
Red Carpet (1953)
The Letterbox (1953)
Window I (1955)
Colección Walker Art Center, Minneapolis
Government Bureau (1956)
Metropolitan Museum of Art, NY
Window II (1956)
Guitar (1957)
Men and Women Fighting (1958)
Window III (1958)
Laundrers (1959)
DC Moore Gallery, NY
Lovers I (1959)
Sleepers II (1959)
The Waiting Room (1959)
Smithsonian American Art Museum
Entertainers (1960)
Three Women (1960-61)
Lovers II (1961)
Mirrors I (1962)
Toilette (1962)
Watchers (1962)
Supper (1963)
Mirror II (1963)
Night I (1963)
Voice I (1963)
Window VII (1963)
Lunch (1964)
Columbus Museum of Art
Tree (1965)
Landscape with Figures (1966)
Man in the Box (1967)
Odalisque (1967)
Teller (1967)
Ward (1970)
Claveles (1974)
Pot of Aloes (1974)
The Lesson (1974)
Two Women with Laundry (1974)
Sevillanas (1975)
Window IV (1976)
Lantern (1977)
Meadow II (1977-79)
Girl in the Window (1978)
Woman with a Spring of Laurel (1978)
Políptico (1980)
Altar. San Francisco de Asís. Windsor (USA)
Manos (1980)
Altar. San Francisco de Asís. Windsor (USA)
Table II (1991)
Corporate Decision (1983)
Embrace IV (1984)
Landscape with Figures II (1985)
Embrace of Peace (1986)
Lanterns (1986)
Terminal (1986)
Window X (1987)
The Dream (1991)
Sin título (1991)
Sin título (1992)
Window XI (1999)
Father and Son (2000)
Sybil (2005)
Gypsies (sin fecha)
Sin título (sin fecha)
Embrace III (sin fecha)
Fig Tree (sin fecha)
Grim Vestibule (sin fecha)
Landscape with Figures III (sin fecha)
Standing Figures (sin fecha)
Sin título (sin fecha)
Sin título (sin fecha)
Sin título (sin fecha)
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