sábado, 2 de marzo de 2013

LAS DULCES VELEIDADES CASTRENSES DE LOS GRIEGOS (I): DE ATENAS AL BATALLÓN SAGRADO DE TEBAS


Aurelio Monge - Othryades expirante



Cuando la guerra y el deseo van de la mano, la cama se convierte a veces en un improvisado campo de batalla más rudo y varonil de lo acostumbrado. Es lo que siempre  ha sucedido, y también a veces sucedía en la Antigua Grecia, sobre  todo en Atenas. Allí la pederastia masculina, considerada una institución de corte aristocrático, se ejercía entre un adulto, que hacía las veces de maestro y amante (erastés), y su joven pupilo o amado (erómenos), abarcando la instrucción en todos los campos de la vida, no necesariamente el sexual, aunque tampoco éste quedaba excluido. Esta clase de pederastia, que no hay que confundir con la pedofilia, también podía tener lugar en el ámbito castrense.


Y es que, por mucho que aún se empeñen algunos, la masculinidad, la fuerza y el arrojo son virtudes que no pertenecen en exclusiva al mundo de la heterosexualidad; también son patrimonio de aquellos hombres que gustan de los de su mismo sexo. Fueron frecuentes los casos de generales y estrategas helenos que, al regreso del campo de batalla, acudían al lecho de sus amantes varones, aunque guardando el necesario recato, claro está. Las crónicas de la época revelan cómo aquellos militares y monarcas hacían la guerra y también el amor. Un 'amor griego', en muchos de los casos.




EN EL AMOR Y EN LA GUERRA


Aunque los pequeños estados en que se dividía la Grecia antigua compartían cultura, lengua y religión, nunca llegaron a constituir una unidad política, al menos hasta la llegada de Alejandro Magno. Las polis, ciudades independientes, se hallaban en estado casi permanente de guerra entre sí, cuando no se aliaban contra sus vecinos extranjeros, principalmente Persia. Carentes de un ejército regular, eran los ciudadanos los encargados de defenderlas como hoplitas o soldados de infantería. A veces, la diferencia de edad entre padres e hijos hacía necesario que el adiestramiento de jóvenes entre los 13 y 20 años lo realizara alguien no demasiado mayor, que actuaba como instructor o erastés, si bien el ingreso en el ejército a los menores de 16 años estaba restringido. Este fue uno de los motivos que impulsó la creación de la pederastia masculina (eispnelas), que también fue una buena forma de controlar la natalidad, fomentar la educación y prevenir la delincuencia.


Dejando a un lado los amoríos entre héroes mitológicos, como Hércules y Yolao, o Aquiles y su adorado Patroclo, las primeras noticias sobre prácticas homosexuales masculinas en la Grecia clásica se remonta al periodo presocrático, hacia finales del siglo VII antes de Cristo, con incidencia en las ciudades de origen dorio. El tirano Pisístrato, que se apropió de Atenas por la fuerza, tenía por amante a Solón, uno de los siete sabios atenienses que gobernaban la ciudad. Plutarco, en sus Vidas paralelas, afirma que esta práctica llegó a ser común entre los pueblos más belicosos, como los beocios, los espartanos y los cretenses. Así lo hicieron los más grandes héroes de la Antigüedad, como el mítico Meleagro, Aristómedes, príncipe de Mesenia y Arcadia, o Cimón, líder de la liga de Delos, durante la guerra contra los persas.


 Harmodio y Aristogitón, Copia romana de bronce griego. Nápoles (Italia). Museo Arqueológico


DOS MÁRTIRES EN ATENAS


Harmodio y Aristogitón, más conocidos como los Tiranicidas, son considerados, tal vez exageradamente, mártires de la democracia ateniense. Aunque procedían de estratos sociales diferentes, ambos eran amantes. La muerte de ambos en lucha contra Hipias e Hiparco, hijos del tirano Pisístrato, se ha utilizado para demostrar la efectividad de los lazos afectivos masculinos en la destrucción de la tiranía en Atenas. La historia mezcla ingredientes propios de una novela heroica, como la diferencia de clase social, el amor que se profesaban y el valor que juntos multiplicaban para luchar por el retorno de la democracia a Atenas.


Aristogitón era de clase media. Pertenecía a la demos ateniense, mientras que su joven amigo, Harmodio, formaba parte de la aristocracia. El desencadenante de los acontecimientos que culminaron con la muerte de los dos amantes tuvo una motivación personal. El tirano Hiparco se había encaprichado del joven Harmodio, quien le rechazaba por Aristogitón. Para herirle, Hiparco vetó a la hermana de Harmodio como canéfora en la parada militar de las Panateneas, cosa que sentó fatal al muchacho, quien profundamente ofendido, decidió acudir del brazo de su querido Aristogitón a pedirle explicaciones en palacio. Tras una reyerta, en la que muere Hiparco, la pareja es capturada y ajusticiada. Pero aquel crimen no quedaría impune, ya que Hipias fue pronto derrocado y la tiranía dejaría paso a la democracia en el año 514 a.C.


Parece chocante que un motivo tan nimio en apariencia concluyera en todo un cambio político; que una riña familiar culminara en el derrocamiento de una tiranía. Pero así se escribe la historia con frecuencia. Y lo cierto es que Aristogitón y Harmodio fueron considerados mártires de la libertad a partir de ese momento, alcanzando un lugar eterno en las Islas de los Bienaventurados, al lado de  Aquiles. La demos ateniense erigió en honor de los dos amantes sendas estatuas en el Ágora de la ciudad, que fueron destruidas por el persa Jerjes en el año 480 a.C. y luego restauradas nada menos que por Alejandro Magno. "Nuestros propios tiranos -afirmaba Platón- han aprendido la amarga lección cuando el amor entre Aristogitón y Harmodio creció tan fuerte que derrocó su poder."




 Fresco de la tumba del Saltador. 475 a.C.. Paestum, Italia.



UNA COSTUMBRE EXTENDIDA


Tiempo después, otros dos atenienses, Arístides y Temístocles, que participaron victoriosos en la batalla de Maratón contra el persa Darío, se disputarían el amor de un hermoso joven llamado Estesilao de Ceos. Y así siguió toda una saga de nombres de personajes ilustres y militares atenienses que frecuentaban la compañía de jóvenes muchachos, con quienes compartían largas y fructíferas veladas, que solían terminar en la intimidad de los aposentos privados.


En un momento posterior, esta clase de amor ateniense tan peculiar fue imitado y exportado a otros estados vecinos, como ocurrió con las polis de Esparta, Tebas y el reino de Macedonia, que solían forjar a sus hijos en el duro acero del ascetismo y el campo de entrenamiento militar, lejos de sus familias y ajenos a toda clase de lujos y comodidades. No hay nada extraño en el hecho de que los jóvenes espartanos, tebanos y macedonios practicaran esta clase de pseudo-homosexualidad. Bien al contrario, hay que pensar que el devenir de la vida castrense, y el apartamiento de las mujeres que ello conllevaba, alimentaba un relajamiento de las costumbres entre los varones.



Reconstrucción de una falange griega


ARDOR ESPARTANO


Esparta era tierra domadora de hombres, como potros sometidos a las más estrictas normas de autoridad, de cuyo rigor sólo se salvaban aquellos jóvenes destinados a ocupar el trono.  El historiador Jenofonte afirmaba que los espartanos aborrecían el uso de las relaciones como la base para la ordenar la unidad militar, porque creían que era conceder demasiado peso a la sexualidad y el afecto antes que al talento. El legislador Licurgo criticaba esta forma de actuar basada, según él, en la lujuria y no en la atracción de las almas. Sin embargo, con el tiempo, los espartanos adoptaron estos hábitos, tras comprobar algunos éxitos bélicos de formaciones que contaban con estructuras basadas en lazos afectivos entre los soldados.


Hijo del rey Aquidamo y de Eupolia, el joven Agesilao estaba destinado a ser un buen militar asistiendo a su hermano mayor, Agis, que era el heredero al trono de Esparta. Esto hizo que Agesilao quedara sujeto a una educación dura y espartana -nunca mejor dicho-, que le instruyó en las artes de la guerra y de la paz en condiciones límites. Mas fue precisamente su dura formación castrense, unida a una excelente educación civil, lo que le empujó a colmar sus ambiciones políticas con una idea que le rondaba la cabeza: arrebatarle el trono a su sobrino Leotíquidas, hijo de Agis, de quien sospechaba que en realidad era hijo de Alcibíades, lo que le deslegitimaba para ocupar el trono de Esparta.





LAS DOS CARAS DE AGESILAO


Agesilao, siguiendo las costumbres de la pederastia imperante en la vecina Atenas, tomó como erastés a su compatriota Lisandro, al menos mientras le sirvió de apoyo para hacerse con el trono de Esparta, cosa que consiguió con relativa facilidad, reinando a continuación de su hermano Agis, entre los años 400-358 a.C. Tras la muerte de Lisandro, Agesilao, ya rey en edad madura, acabó enamorándose del joven Megabates, hijo del persa Espitrídates, aunque cara a la galería dio la impresión de haber luchado desaforadamente por no caer en la tentación de aquellos hermosos brazos enemigos.


Su contemporáneo Jenofonte le dedicó una obra entera que lleva su nombre, Agesilao. En ella resalta sus cualidades de estratega, su arrojo en el combate -sonada fue la victoria de Coroneia (394 a.C.)-, sus dotes como monarca y un carácter valeroso. El historiador relata cómo Agesilao se resistió a ser besado en público en señal de sumisión por aquel principito que le robaba el corazón. Lo que aconteciera en privado entre ambos sólo los dioses del Olimpo lo conocen.


Paul Freeman - Heorics


CAMARADAS Y ALGO MÁS


Muchos pensadores griegos entendían que un ejército constituido por parejas de amantes masculinos enardecía el vigor y el valor en el combate de los guerreros, tal como sucedió con el mítico Batallón Sagrado de Tebas. Así se expresan historiadores como Plutarco o filósofos como Sócrates, Aristóteles o Platón, quienes destacan el poder de las relaciones sexuales entre militares y su efectividad para la guerra. Platón, en su Fedro, expresa en boca del personaje cómo "preferiría morir muchas veces, antes que abandonar al que ama en un problema, o no socorrerle en un peligro. Ningún hombre es tan cobarde que la influencia del amor no pueda infundirle el valor que le iguale al nacido más valiente."


Pero no todo fueron alabanzas a este tipo de prácticas. Así, el cronista Jenofonte, aunque no las censura, critica a aquellos ejércitos que hacen de ellas la principal base de su formación: "Duermen con los que aman, incluso los ponen junto a ellos en la batalla... en ellos (los elios y tebanos) es una costumbre, en nosotros una desgracia... colocar a tu amado junto a ti parece un signo de desconfianza... como los espartanos... hay que hacer de nuestros amados tal modelo de perfección que incluso si los colocamos frente a los extranjeros los prefieran antes que a los suyos y se avergüencen por abandonar su compañía".



 Paul Freeman - Heroics


UN ABRAZO MEMORABLE


Y es que, al parecer, no siempre fue la pederastia castrense una costumbre habitual en la antigua Grecia. Según recoge Homero, en un primer momento los griegos utilizaron el sistema tribal para establecer las columnas militares, tal como había determinado Néstor, el mítico argonauta. Sin embargo este planteamiento fue duramente criticado por algunos estrategas posteriores, como el tebano Pamenes, quien -según afirma Plutarco- pensaba que "para un hombre de la misma tribu poco valor tiene el otro cuando el peligro presiona, pero un grupo cimentado sobre los lazos la amistad y el amor nunca se romperá."


Así pues, el sistema de emparejamiento sentimental propugnado por Pamenes fue paulatinamente implantándose en todas las polis, incluso en aquéllas que se habían mostrado más reticentes a aceptarlo. Tal fue el caso de Calcis, que en la batalla final de la guerra contra Eretria, contando con un ejército inferior, se alzó con la victoria gracias al abrazo dado por un erómenos a su amado erastés. Tal fue el ardor infundido por aquel muchacho que el guerrero aniquiló casi en solitario al ejército eretrieo, aun a costa de su propia vida. Algunos apuntan que el héroe fue Cleómaco de Farsalo, cuya tumba era venerada en el ágora de Calcis. Otros, como el filósofo Aristóteles, creen que, aunque Cleómaco murió en el combate, fue otra pareja de amantes la que protagonizó aquel memorable abrazo. Dionisio, en sus Orígenes, afirma que el erastés se llamaba Anto y el su joven amante, Filisto.


Ryan Grant Long - El batallón sagrado de Tebas


EL BATALLÓN DEL AMOR


A comienzos del siglo IV a.C., Esparta era la polis más poderosa de Grecia, pero llegado el año 378, Tebas, ciudad de la Beocia, se alió con Atenas para limitar el poder espartano y tres años después la alianza tebano-ateniense consiguió una sonada victoria sobre Esparta. Las fuerzas contendientes estaban bastante igualadas. Pero en el año 371, un hombre excepcional, Epaminondas, fue nombrado jerarca de Tebas y de toda la Beocia. Ello habrá de suponer un cambio radical en el equilibrio estratégico de la región, que, como veremos acto seguido, se inclinó favorablemente hacia el lado de los tebanos, quienes pronto verían convertida su capital en la ciudad más poderosa de toda Grecia, sobre todo tras el triunfo en las batallas de Leuctra y Mantinea.


Parte importante de este auge de los tebanos se debió a los éxitos militares cosechados. Epaminondas, con la ayuda de su colega Pelópidas y del comandante Górgidas, tuvo la ocurrencia de crear un cuerpo de élite muy particular, conocido por el Batallón Sagrado de Tebas, formado por 300 hombres elegidos de entre los más arrojados de la tropa tebana, a los que se sometía a durísimos entrenamientos militares. La particularidad de este ejército radicaba en su peculiar composición, ya que en realidad lo integraban 150 parejas de amantes, formadas por un veterano (heniochos) y su compañero más joven (parabatai).


  Isaak Walraven (1685-1765) Muerte de Epaminondas



LA FUERZA DEL CARIÑO

Durante 33 años el Batallón Sagrado de Tebas, demostró en el combate un valor superior a otras unidades en las que las relaciones sentimentales de los hoplitas no estaba tan estructurada. También hicieron las veces de guardia personal del beotarca Epaminondas, quien a su vez instruía a sus huestes con el ejemplo de su propia vida personal. Nunca se casó con mujer alguna y amantes suyos fueron, que se sepa, los guerreros Micitos y Asópico. Pero por encima de otros hombres amó tan intensamente a Capisdoros que Epaminondas quiso ser enterrado junto a él, como esposos, tras morir ambos en la batalla de Mantinea.


          ¿Cuál fue el secreto de esta fuerza excepcional? Plutarco lo define así: "Para hombres de la misma tribu o familia hay poco valor de uno por otro cuando el peligro presiona. Pero un batallón cimentado por la amistad basada en el amor nunca se romperá y es invencible, ya que los amantes, avergonzados de no ser dignos ante la vista de sus amados y los amados ante la vista de sus amantes, deseosos se arrojan al peligro para el alivio de unos y otros".



Busto de Filipo II de Macedonia



DE QUERONEA AL OLIMPO


La supremacía del Batallón Sagrado fue efímera y su final trágico. A la muerte de Epaminondas le sucedió como líder su colaborador el general Pamenes. Pero la vecina Macedonia se encontraba ya lista con un poderoso ejército, que ponía en jaque al resto de las polis griegas, con Tebas a la cabeza. En el año 338 a.C. Filipo II, rey de Macedonia, sitiaba la ciudad beocia de Queronea, defendida principalmente por destacamentos de Tebas y Atenas. Ante la superioridad abrumadora de la infantería Macedonia, todos los soldados helenos se dispersaban o batían en retirada. Todos, menos el Batallón Sagrado de Tebas y sus 300 guerreros enamorados, que resistieron hasta el final y hallaron allí la puerta abierta hasta el Olimpo de los héroes.


La valentía de aquel batallón hizo que Filipo II honrara a sus contendientes caídos levantando un monumento a su memoria en Queronea. Hay que tener en cuenta que el monarca macedonio estuvo preso como rehén en Tebas entre los años 368 y 365 a.C., siendo un adolescente, y que allí había recibido educación castrense y diplomática de manos del mismísimo Epaminondas, pasando esos tres años junto a Pamenes, por lo que las actividades del Batallón Sagrado no le eran en absoluto desconocidas. En efecto, cerca del monumento a aquellos valientes tebanos, hallado en una excavación arqueológica del año 1924, se encontró una descomunal tumba con 254 cuerpos dispuestos en siete filas paralelas, lo que hace pensar que no todos perecieron en combate. Aquellos que se amaron y lucharon juntos, también murieron y descansaron juntos.


Plutarco narra así los acontecimientos: "Victorioso Filipo, posó su mirada en los cadáveres y preguntó: ¿quiénes son éstos casi trescientos muertos abrazados entre sí hundidos y acoplados en muerte y en amor? Le respondieron: son los de Tebas, el Batallón Sagrado de Pelópidas, de amantes y de amados; los viriles de Tebas de la estirpe de Layo. Filipo respondió: Perezca miserablemente quien piense que estos hombres hicieron o sufrieron algo inapropiado".


 Continuará...

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