A mi admirado Juan Angulo, que hace del bien vestir todo un arte
Decir moda es decir París. La capital francesa puede presumir, entre otras muchas bondades, de haber sido el baluarte del estilismo europeo de un tiempo a esta parte. Los diseños parisinos son exportados a todo el mundo y quien quiere vestir con la máxima elegancia y distinción, ha de acudir a los talleres y escaparates de París. A la sombra del gran modisto Christian Dior, en la rivière del Sena, a mediados del siglo XX surge la figura de un joven talento, homosexual, de carácter difícil, educación esmerada y rebeldía en la sangre: Yves Saint Laurent.
“Yves
Saint Laurent est mort… Vive
YSL!”. Con este titular, el
diario francés Libération anunciaba la muerte del príncipe de la Haute
Couture. Pocas horas antes, mediado el domingo 1 de junio
de 2008, Monsieur Pierre Bergé, inseparable compañero del genial modisto,
consternado frente al teléfono del inmenso apartamento de la parisina Rue
Babylone, donde Yves agonizaba, apenas si puede transmitir a su jefe de prensa
estas palabras: “Proceda según lo previsto… Monsieur Yves Saint Laurent acaba de entrar
en la metafísica del Mito.”
Un galo en Argel
Yves Henri Donat Dave Mathieu Saint Laurent
era un auténtico pied noir. Había nacido el 1 de agosto de 1936 en Orán (Argelia), por entonces colonia francesa. Su padre, hijo de un
barón galo, empresario y dueño de unas salas de cine, era uno de los hombres
más ricos e influyentes de la ciudad norteafricana. Dada su holgada situación
familiar, hay que decir que ni la Segunda
Guerra Mundial, ni la ocupación nazi de Francia impactaron en
la vida de Yves y su familia.
Desde su más tierna
infancia tuvo Yves un carácter introvertido. Su excesiva timidez fue referente
a lo largo de su vida y le causó no pocos problemas escolares. De joven ya
mostraba una especial devoción por el teatro y los trajes de moda, que gracias
a su facilidad para el dibujo, convertía en perfectos y originales diseños para
desfiles imaginarios. Los dramas de Molière
y la revista Vogue eran sus
dos grandes pasiones; incomprendidas por su padre, quien se negaba a aceptar
que su único hijo varón fuese homosexual, y fomentadas por Madamme Lucienne Saint Laurent, la primera en
descubrir las excepcionales dotes creativas de su hijo.
Primeros hilvanes
En 1954 Yves se traslada a
París. Madamme Saint Laurent estaba segura de que las dotes innatas de su hijo
sólo podrían desarrollarse convenientemente en la capital francesa. Se enfrenta
a su marido, se muda con su hijo a la capital y le matricula en la Chambre Syndicale
de Couture, la más importante escuela francesa de la moda y el diseño. Pero
Yves queda pronto decepcionado con la enseñanza impartida en aquella
prestigiosa institución y abandona los estudios. Los profesores se empeñaban en
enseñarle nociones básicas de costura que el joven ya conocía al dedillo. Solía
discutir con ellos frecuentemente y por esa razón facilitaron su expulsión, que
el propio Yves agradecería a la postre.
Animado por su madre, al
año siguiente se presenta a un concurso organizado por el Sécrétariat National
de la Laine con
un traje de cóctel negro dibujado y cosido a mano por él mismo. Resultó
vencedor delante de un joven Karl Lagerfeld. Ello le anima a pedir cita para
entrevistarse con Michel de Brunhoff, redactor jefe de la revista Vogue, a
quien presenta una carpeta negra conteniendo 187 diseños ordenados por
categorías (día, tarde, cóctel, gala, gran gala y novia). Estos dibujos
consiguen sorprender a Brunhoff, quien ve en ellos la sombra de un genio.
bajo
las alas de Dior
Aquella misma mañana de la
entrevista, Brunhoff asistía al desfile de la temporada otoño-invierno 1955/56
de su amigo Christian Dior. El parecido de los diseños de la carpeta negra que
le había entregado aquel muchacho con los trajes que presentaba el gran maestro
era sorprendente. Sin embargo, resultaba del todo imposible creer que aquel
muchacho de colonias pudiera haber conocido de antemano las propuestas de Dior.
No tenía más remedio que admitir que tenía ante sí a alguien de excepcional
talento.
“¿Quiere usted conocer a
Monsieur Dior?” Esta pregunta de Brunhoff fue el detonante de una relación muy
fructífera que tuvo lugar entre Yves y el gran modisto galo, quien le nombra su
assistant, ante el asombro de propios
y extraños. Saint Laurent se convierte en el brazo derecho de Christian Dior y
su discípulo predilecto. Pero esta estrecha colaboración durará poco tiempo, ya
que el gran Maestro muere de un infarto en septiembre de 1957. Sorprendentemente, ese mismo año, Dior le
había nombrado su director artístico. Con tan sólo 21 años, Yves Saint Laurent
se convierte en el encargado de conducir el rumbo de la
Casa Dior. Gracias a él la alta costura
francesa quedaba a salvo.
El
hombre de su vida
Que YSL era homosexual
todo el mundo lo sabía. Lo sabía su madre desde que era un niño. Lo sabían sus
compañeros de colegio, cuando le acosaban e insultaban constantemente. Y
también lo sabía Pierre Bergé, un periodista y promotor admirador suyo que, tras el desfile de su
primera colección Dior Primavera 1958, se abrió paso entre la multitud y le dio
la enhorabuena. Yves volvió a coincidir con Pierre pocos días después, en una
cena de homenaje, y le invitó a pasar con él unos
días en su casa de campo de la Provence. Allí surgió la pasión entre los dos,
que duraría casi veinte años y se transformaría después en amistad profunda y
duradera: medio siglo de una relación personal y profesional, que sólo la
muerte pudo romper.
Pierre Bergé se había
convertido de la noche a la mañana en el manager
del modisto. Animado por él y apoyado en su hombro, Yves emprende una nueva
aventura que, poco a poco, va alejándole de la Maison Dior con la creación de sus
propios diseños independientes. Lo que para él supuso la culminación de un
sueño –ese “algún día seré famoso” mascullado entre sollozos al llamarle pédé sus compañeros de clase-, pasó a
ser una traición para los directivos de la
Casa Dior.
la sombra de una traición
Y ocurrió que uno de estos
directivos, el propietario Marcel Boussac, movió los hilos para que Yves fuera
llamado a filas, cumpliendo así el servicio militar que había ido demorando con
sucesivas prórrogas. Michel de Brunoff recuerda cómo pocos días antes de
alistarse, Yves y Pierre temblaban de miedo, abrazados, en la playa donde ambos
se despidieron.
La experiencia en el
ejército fue tan traumática para Yves, por las vejaciones de compañeros y
mandos, que produjo en él una enorme depresión tan sólo a los veinte días de su
acuartelamiento. Ingresado en el Hospital de Saint Cloud, a las afueras de
París, fue visitado por Bergé, quien, viendo su lamentable estado, habló con el
comandante de aquel inhóspito sanatorio para advertirle de la gravedad de la
situación de Yves, de su responsabilidad y de las repercusiones mediáticas si
llegaba a ocurrirle algo irreversible. Es ingresado en el psiquiátrico de
Val-de-Grâce, donde le someten a terapias agresivas con electroshock, sedantes
y drogas, que explican futuros problemas emocionales y algunas de sus
adicciones.
DE VUELTA A CASA
Recuperado y de regreso a
la vida civil, a finales de 1960, aunque con unas secuelas psíquicas que arrastraría el resto de su vida, Yves se
percata de su delicada situación profesional. La marca Christian Dior había
prescindido unilateralmente de sus servicios como director artístico,
traicionando las últimas voluntades de su fundador. Yves demanda a Dior por
daños morales y con el dinero recibido y la ayuda del empresario norteamericano
J. Mack Robinson, emprende una nueva andadura del brazo de su pareja Bergé y al
amparo de la marca creada bajo el anagrama con las iniciales del joven modisto:
YSL.
Una escueta pasarela
situada en el interior del palacete de la parisina Rue Spontini fue el
escenario de la primera colección de alta costura de la nueva casa Yves Saint
Laurent. Quienes aquel frío día de
Enero de 1962 acudieron allí con la idea de presenciar un extravagante desfile,
producto de una mente excéntrica y trastornada, quedaron decepcionados, asistiendo
atónitos a la exhibición de una obra maestra equilibrada, mezcla de clasicismo
e innovación, cargada de sensualidad y, al tiempo, sobria y audaz. Tras
desfilar la última modelo con un espléndido traje de novia, todo el público, en
pie, aplaudió unánime ante la figura de aquel joven tímido y genial que había
triunfado, sin dudarlo, echando por tierra todos los pronósticos. Había nacido
el nuevo look YSL.
ESTILO PRÊT-À-PORTER
Con la ayuda de su
inseparable Pierre Bergé, Yves comienza la etapa más fructífera de su
producción artística. Y también la más original y vanguardista. Los años 60 son
testigo de sus innovaciones en alta costura, impensables años atrás, y que se
incorporan al atuendo habitual de la moda femenina del futuro. En 1962 incorpora
el gabán (caban) y la gabardina (trench coat) al diseño femenino de alta
costura. Poco después, en 1966, le toca al smoking, y en 1967 a la sahariana y el
traje-pantalón, como nuevas fórmulas para dar un nuevo sentido a la ropa de la
mujer, aunque conservando toda su femineidad. Lo que algunos criticaron como
“masculinización” del atuendo femenino sólo perseguía aportar a la mujer un aire de seguridad, audacia, comodidad y
poder. Algo que consiguió a todas luces, como más adelante quedó demostrado.
Pero la verdadera
revolución de YSL fue la invención del prêt-à-porter, un nuevo concepto en
el diseño, promoción y comercialización de líneas de alta costura, que más
adelante seguirían muchos otros modistos en Francia, y también en Nueva York,
Londres y el resto del mundo. En 1966 abre su primer local para vender esta línea
comercial “lista para llevar” en su boutique de la
Rive Gauche, a la orilla izquierda del río
Sena. Y en 1969 inaugura la nueva
colección Menswear para hombres y en 1974 la firma YSL se instala en el número
5 de la Avenue Marceau
de Paris.
ENTRE EL ESCÁNDALO Y EL DESVARÍO
Yves Saint Laurent transitó
a lo largo de su vida entre la innovación y el escándalo. Muchos no le
perdonaron su genialidad y, por esa misma razón, aprovechaban la menor
oportunidad para desprestigiarle. Sus diseños nunca dejaban indiferentes a los
críticos. Tan pronto causaban sensación, como cosechaban críticas negativas. Es
lo que sucedió con 1971 con una colección inspirada en los años 40, que fue
tachada de enaltecer los tiempos de la ocupación de Francia por el nazismo.
Peor aún fue su fracaso en el fallido desfile de 1987, en Nueva York, al
intentar exhibir chaquetas con aplicaciones de joyas valoradas en 100.000
dólares poco después de que un crack financiero se adueñara de la ciudad.
La imagen de YSL sufrió
otro impacto publicitario de grandes dimensiones, cuando para anunciar un
perfume pour hommes se recurrió a la
foto de un desnudo masculino frontal con los genitales visibles. Ello, unido al
estrés creciente por el exceso de trabajo, que combatía con drogas y alcohol, fueron
minando la imagen del genial modisto, asiduo cliente de la vida nocturna en
discotecas como Studio 54. Cambió su adicción a la cocaína por el consumo
desmesurado de estimulantes como la Coca-Cola.
Su vida íntima estaba constantemente en el candelero, por más
que su querido Pierre Bergé se esforzara en ocultar sus excesos a la opinión
pública, evitando que la firma YSL nunca llegara a naufragar, ni aún en los
peores días de su fundador.
DISEÑO Y ARTE
Pese a todo ello, la
figura de Yves Saint Laurent siempre tuvo un atractivo y aceptación especial
dentro de Francia. Prueba de ello fueron los trescientos maniquíes situados
sobre el césped del estadio parisino en la inauguración del Mundial de Fútbol
del año 1998. Hombre comprometido, pasó a la historia, igualmente, por apostar
en las pasarelas por modelos de raza negra, donde antes sólo habían desfilado
mujeres blancas. Iman, Katoucha o Ayoko fueron algunas de sus más célebres
musas de ébano, al tiempo que convertía a Catherine Deneuve en icono de su moda
y musa de su personal estilo.
Su interés innato por el mundo
escénico le llevó a diseñar decorados y vestuarios para filmes, ballet y obras de
teatro, como Cyrano de Bergerac o La Pantera
Rosa. Igualmente fue, junto con Pierre Bergé, coleccionista de arte y
amante apasionado de la pintura, que canalizó en algunas colecciones dedicadas a
pintores, como la de 1966, en homenaje a Mondrian, o las que a lo largo de los
años 70 y la década de los 80 brindó a Picasso, Matisse, Cocteau, Braque o Van
Gogh. Prueba de ello es la retrospectiva del Metropolitan Museum neoyorquino, la primera que este
museo ofreció en vida a un diseñador de alta costura.
RETORNO A LOS ORÍGENES
Yves y Pierre descubren
juntos Marrakech en 1966. Desde entonces, el modisto quedó atrapado en la
fascinación por el mundo oriental, como si inconscientemente retornara a sus
orígenes norteafricanos. Su pasión por lo exótico le lleva a introducir en sus
diseños influencias étnicas de lugares como Japón, India, China, Rusia, incluso
España. En 1980 compra junto con Bergé el Jardín
Majorelle, en Marrakech, un jardín botánico creado por el pintor francés
Jacques Majorelle, que queda abierto al público.
El 7 de Enero del 2002,
Yves Saint Laurent anuncia en una conferencia de prensa el fin de su carrera
como diseñador. Es la crónica de una muerte anunciada, ya que desde los años
90, Yves va dejando en las manos de sus ayudantes el ingente trabajo que supone
preparar sus colecciones de prêt-à-porter,
mientras se dedica a trabajos de inspiración más personal, como el titulado
“Homenajes” que en 1990 rinde tributo a celebridades de la talla de Marylin
Monroe, Catherine Deneuve o Marcel Proust. El mismo año de su retirada, el tándem
Yves–Pierre crea una fundación que lleva el nombre de ambos. Yves se entrega por
entero a las actividades de esta institución.
UN AMOR ETERNO
La muerte de Yves Saint
Laurent, a los 72 años, tras un largo cáncer cerebral, tuvo un impacto mediático
inusual, pero, sobre todo, supuso un mazazo enorme para Pierre Bergé, su mejor
amigo y colaborador. Las exequias tuvieron el eco de un funeral de estado,
pero, por encima de todo, fueron la expresión del amor que Pierre le profesaba,
incluso en los momentos finales de su existencia. Un amor patente en las
palabras finales que Bergé le dirigió en sus exequias. Emocionado y visiblemente
abatido, de pie frente al altar mayor de la Iglesia de Saint Roch, miró al féretro de Yves y dijo:
“Mi querido Yves, te hablo por última
vez. Sé que me están escuchando muchas más personas, pero también sé que sólo
tú me vas a comprender… Ahora que ya no estás, la Alta Costura del siglo XX ha
quedado definida para siempre. La primera mitad fue liderada por la gran Chanel.
La segunda mitad la inventaste tú… Yves, te amo. Y al final de mis días, mis
cenizas irán a reencontrarse con las tuyas, para siempre, en los Jardines
Majorelle, en Marrakech…”
PARA SABER MÁS:
David Teboul, Yves Saint Laurent:
His Life and Times (Le temps retrouvé),
Paris, 2002 (film)
Pierre Thoretton, L’Amour fou,
Paris, 2009
(film)
David Mugler, “Yves Saint
Laurent. Un hombre genial, homosexual y valiente”. Revista Vanity Gay, núm. 35 (2008).
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