Los archivos portugueses, como los de tantos otros lugares del mundo occidental, no son tan fértiles como debieran en el registro de las incontables cartas que a lo largo de la historia se intercambiaron apasionados amantes. Más extraño aún es encontrar cartas de amor dirigidas por un hombre a otro hombre. La lengua de Camoens ilustra historias de amor homosexual, algunas con trama epistolar, que, curiosamente, tuvieron lugar a lo largo del siglo XVII. Esta centuria, a pesar de la existencia de la Inquisición, cuyo rigor contra la sodomía fue menor que en la vecina España, constituyó el germen de una subcultura homoerótica, no sólo monacal y palaciega -el rey Afonso VI fue claro ejemplo de ello-, sino también popular, con vestigios que se rastrean en la lengua y el folklore lusitanos.
LOS CUADERNOS DE NEFANDO
Portugal ha sido el sexto país europeo en aprobar el matrimonio igualitario para los homosexuales. Pese a ello, la historia lusa, como la de muchas otras naciones europeas de tradición católica, es una historia de represión contra la homosexualidad, entendida así en su concepto y en su época. Sin duda fue la Edad Moderna -el siglo XVII en particular- la que se llevó la palma en lo que respecta a las noticias sobre nobles, clérigos y plebeyos que osaban yacer con los de su mismo sexo. De ello queda constancia documental abundante en los Archivos Nacionales, que recogen muchos procesos emprendidos contra sodomitas.
Entre 1536 y 1821, además de la ley civil, también la Inquisición castigaba con penas graves a los hombres que caían en el pecatum neffandum de la sodomía. Sin embargo, hay que decir que las penas impuestas en Portugal probablemente no fueron tan graves si se las compara con otros lugares de Europa, como el caso de España. De los 4.419 acusados de sodomía que durante dos siglos (1587-1794) se registran en los dos extensos cuadernos conocidos como Repetitios o Cadernos do Nefando, donde se anotaban los casos denunciados a la Inquisición, sólo 408 fueron objeto de juicio y condena, y de ellos 30 murieron quemados y muchos de los restantes sometidos a escarnio público, tortura y exilio en las procesiones de autos da fé. Para los curas y frailes se observan algunas excepciones, ya que sólo se les castigaba en privado y nunca delante del público seglar. Ninguna otra institución en la historia de la humanidad generó una documentación tan amplia sobre la homosexualidad como la Inquisición portuguesa
Un elemento distintivo en muchas de las causa de sodomía registradas por la Inquisición afecta al rol sexual del encausado y guarda relación con las conductas machistas propias de la época. Así, se observa que el sujeto pasivo en un encuentro carnal era especialmente estigmatizado, en beneficio de aquél otro que lo penetraba. Igualmente se aprecia cómo los encausados de sodomía solían admitir su culpa con la esperanza de verse libres de la hoguera, pena que comunmente acarreaba no reconocerse culpable frente a la acusación de al menos dos testigos
PUTOS Y 'FANCHONOS'
No todos los acusados de sodomía mostraban ser proclives a la homosexualidad, lo que hoy podríamos considerar como gays, y que en el argot portugués de la época se denominaba fanchono. Algunos de ellos eran indigentes, jóvenes por lo general, abocados a realizar todo tipo de trabajos para sobrevivir, incluyendo los de tipo sexual. Otros, sin ser homosexuales, habían sido pillados in fraganti en situaciones comprometidas, obligados por la abstinencia de carne femenina, cuya virginidad era preservada con rigor por tutores y progenitores, o bien se trataba de grumetes y soldados embarcados en largos viajes ultramarinos.
Vista de Silves y su catedral
EL SACRISTÁN DE SILVES
Uno de los episodios epistolares más interesantes e insólitos del siglo XVII tuvo como testigos a las blancas fachadas y las calles de
la bella Silves, capital histórica del Algarve lusitano. En el año 1664, el
Sacristán de la Catedral
de Silves, Francisco Correa Netto, había escrito una serie de cartas amorosas
dirigidas al guitarrista Manuel Viegas, firmadas de su puño y letra y donde a
veces utiliza el pseudónimo de “Francisquinha”. Tales misivas constituyen el
más antiguo ejemplo de homoerotismo literario masculino escrito en una lengua
europea moderna.
Desde
muy joven, Francisco Correa Netto desempeñaba con esmero y pulcritud sus
labores como sacristán de la sede catedralicia de Silves, una de las más
antiguas del sur de Portugal. Correa pasaba por ser un hombre extremadamente elocuente
y apasionado, algo que se desprende del contenido de sus cartas. No frecuentaba
los garitos y las casas de prostitutas, mas era sonado que "prefería con demasía
la carne antes que el pescado". Así que, como se ve, nunca había prestado mucha atención a las mujeres,
actitud que no resultaba especialmente extraña tratándose de alguien cuya vida
transcurría entre los católicos muros de la Iglesia.
Dícese que entre los hombres que debió conocer más íntimamente a lo largo de su vida
se encontraba el mismísimo Juan Pacheco, Marqués de Villena, compañero de
juegos juveniles del rey Enrique IV de Castilla y paje de su valido Don Álvaro
de Luna. Al parecer, Francisco Correa escribió cartas de amor al de Villena, quien,
a pesar de su generosa descendencia, no se libró de más de una acusación por
sodomía. Pero, sin duda, de todos esos hombres destaca uno con quien mantuvo
una especial relación. Nos referimos al apuesto Manuel Viegas, músico y
constructor de guitarras, que frecuentaba las capillas de la Catedral silvense. Viegas,
que, gracias a su porte y galanura, encandilaba tanto a mujeres como a hombres,
y que él mismo, al parecer, gustaba tanto de unas como de otros, dejóse seducir
por los requiebros del sacristán, con quien, a juzgar por el contenido de las
cartas que éste le envió, mantuvo una relación entre carnal y pasional, distante
de lo que se considera un amor platónico.
CARTAS DE AMOR Y DESAMOR
Cinco
son las cartas conservadas en el Archivo de la Torre do Tombo, en Lisboa, que componen la
correspondencia amorosa dirigida por Correa Netto a Manuel Viegas, todas ellas
firmadas de puño y letra de su autor y escritas en los primeros meses de 1664 o
poco antes. El contenido de las mismas varía considerablemente, ya que entre
una y otra el ánimo de su autor va decayendo, oscilante entre el encendido amor
y el desprecio y el resentimiento. ¿Cuál fue la razón de este brusco y
repentino cambio? No podía ser otra que los celos, tratándose de un lance acaecido
en suelo ibérico. El mismo Correa alude en una de las misivas a la traición de
que ha sido objeto, ya que desde su punto de vista Manuel había cambiado el
amor del sacristán por el de una mujer, con la que a la postre terminaría
casándose.
‘CORAZÓN DE BRAGUETA’
Con
la metáfora coraçâo de braguilha
(‘corazón de bragueta’) alude Francisco Correa al caralho, el órgano sexual masculino, en su segunda misiva, más
larga y pasional que la primera. El sacristán da muestras del ardor que siente
por el músico, habla de algunos tocamientos y escarceos sexuales que tuvieron
lugar entre los dos y le pide que confirme la noticia que le llegó sobre su
futuro enlace con Maria Nunez, sobrina de Francisco Luiz. También le insinúa la
posibilidad de seguir amándose en secreto después de la boda, pese a haber
comentado a un amigo común que los encuentros entre ambos fueron una farsa.
En
la tercera carta, más breve, el sacristán ya sabe lo inevitable del enlace
entre Viegas y su prometida. Francisco Correa le pide a su amado que no hable
con desprecio de él ante los demás y que si tiene algo que decirle, que lo haga
por escrito. Concluye la misiva con la promesa de hacerle un regalo de boda y de
llevar a lavar la ropa que Manuel tenía en casa del sacristán. Por último,
encarga al músico la construcción de una guitarra española (viola), tal vez con la intención de
demostrarle la cara más fetichista de su amor, al abrazar el instrumento que
salió de las manos del amante.
FALSO TRAIDOR LISONJERO
Con
expresiones tales como ‘falso’, ‘traidor’ o ‘lisonjero’ encabeza el sacristán
de Silves sus dos últimas cartas dirigidas a Manuel Viegas, que rezuman una
mezcla de tristeza, pasión no correspondida, fingido desdén y amor propio. Los
celos le corroen y una amargura ingrata recorre sus venas por causa de aquel
incomprendido deseo suyo.
Correa
ya no alumbra alusiones carnales, sino sólo tocantes al espíritu y a la congoja
que anida en su alma. Las líneas de sus misivas destilan misoginia y celos,
pero también un encendido amor que disimula a duras penas. En la quinta y
última misiva termina cediendo a la evidencia, dando la batalla por perdida.
Devuelve el anillo de compromiso a su amante y con palabras de desdén le pide
que no le vuelva a hablar, ni a mirarle siquiera si se cruza con él.
EL DESENLACE
Pero
la historia del sacristán de Silves no termina aquí. Las cartas de amor
analizadas hablan por si solas. Hay un desenlace más propio de un folletín que
de una historia real, aunque bien es sabido que la realidad siempre supera a la
ficción. Manuel Viegas, maestro en traiciones, por exculparse ante su inminente
boda, dada la fama que tenía el sacristán, e instigado por el Vicario de la
catedral de Silves, enemigo de Correa Netto, acaba denunciando por sodomía a
quien poco antes había sido su amante secreto.
En
efecto, el 29 de marzo de 1664 Viegas remite las cartas a Manuel Luiz Coelho, Vicario
de la catedral de Silves, quien reenvió las misivas a la Inquisición de Évora denunciando a Correa por sodomía y añadiendo de su puño y letra que tales cartas habían sido escritas delante del más sagrado sacramento, con la intención de añadir el agravante de herejía al sacristán. A la correspondencia añadía de su cosecha la siguiente nota: "Obsérvese la fatuidad de un sodomita (puto de sometigo). ¡Ja! ¡Cuán piadoso parece!".
El
pobre sacristán había destruido las cartas que Viegas le había escrito, pero
de la lectura de las cartas de Correa Netto se desprende claramente que hubo un cortejo amoroso que terminó en celos y que Viagas había
traicionado a su antiguo amante, por indicación del Vicario de Silves, que
tenía alguna cuenta pendiente con el sacristán y bloqueaba su ascenso
a cura, porque Correa no era cristiano viejo y, por tanto, podía descender de
una familia conversa.
Por
fortuna para la atormentada “Francisquinha”, no hubo condena, ya que para ello
era preceptivo el juramento de al menos dos testigos que declarasen si hubo
penetración y posterior eyaculación y en dos ocasiones distintas, algo que no
se produjo formalmente. Algunos prebostes catedralicios habían comentado ante la
curia que Francisco Correa era un notorio fanchono,
un recalcitrante sodomita, aunque para nosotros siempre será uno de los muchos
hombres que a lo largo del tiempo padecieron inútilmente por causa de sus
sentimientos, sus deseos y sus anhelos en un momento inadecuado de la historia.
Las cartas de amor de Francisco Correa Netto
merecen figurar en los anales de las misivas más encendidas dedicadas por un
hombre a otro hombre, junto a las que Tchaykovsky dirigió a Vladimir Davidov o
las que Oscar Wilde escribió apasionadamente a Lord Alfred Douglas.
APÉNDICE
Carta núm. 1:
Señor Manuel Viegas:
Si los hombres yacen
conmigo no es para encontrar un coño. Ellos meten la polla entre mis piernas y
allí lo hacen a su manera. No soy yo quien se corre. Si Vuestra Merced quisiera
hacer lo mismo, disponga de mí, que yo quedo a vuestro servicio, lo juro hasta
la muerte, para ofrecer lo necesario y las pérdidas son mías.
Carta
núm. 2:
¡Tierno
regalo mío y prolongación de mis sentidos!. ¡El sosiego de mis pensamientos
sobre vos es la prueba de cuánto os deseo y os amo!
Ya no tendré
paz ni esperanza de teneros, pues veo que ni siquiera con el mejor argumento mi
súplica os ha de servir: un corazón herido de muerte, un corazón que nunca ha
de quedar libre de mi afecto por vos.
Mi amor y
recompensa: mis sentimientos no pueden tener ni una hora de sosiego, ya sea de
día o de noche, sin traer a la mente vuestra compañía y vuestras dulces palabras
que continuamente destellan en mi memoria.
Espejo de
mis ojos, mi alegría: si tengo algún derecho sobre vos, traed paz a mi corazón
y confirmadme las noticias que recibí esta tarde; que habéis prometido
matrimonio a una sobrina de Francisco Luiz el pasado Lunes. Yo debería haber
dicho que por Pascua os comprometeríais conmigo. A menudo lo insinuabais y me
disteis vuestra palabra sobre ello. Mas haced lo que os plazca. A pesar de ello
yo no cesaré de hacer lo que esté en mi mano para serviros. Recordar vuestros
abrazos y el beso que me disteis es lo que más me atormenta. Y bien sabéis que
fue ese ‘corazón de bragueta’ (coraçao de braguilha) con sus ansias de volar
hacia arriba lo que encendió mi deseo. ¡No hubo Cuaresma para ese corazón de
bragueta, cuando yo lo palpé con mis dedos y al momento se levantó de golpe y
Vos, malvado, no quisisteis hacer lo que llega de forma tan natural!...
¡Adiós,
querido mío, mi felicidad, mi amor sincero!
Mi
intención es que, aunque Vos estéis casado, no tengáis que romper vuestra
promesa de compromiso con vuestra amada “Francisquinha”. Paréceme que dijisteis
a Manuel Da Costa que si yo cumplía vuestros caprichos, incluso así no podríais acudir a mí, porque os soy
indiferente, y todo fue una farsa…
Aquí
tenéis pliegos para responder. Ahora no tenéis excusa para no escribir por
falta de papel.
Carta núm. 3:
Manuel
Viegas:
¡Nuestro
Señor os permita vivir tantos años como sea vuestro deseo!
Nunca habría sospechado que diríais públicamente que yo no debería acudir a vuestra casa. Si ese fue vuestro deseo, deberíais haberlo comunicado por escrito o decírmelo en privado. Sin embargo, ni siquiera por esa afrenta me habré de convertir en vuestro enemigo. Si algo necesitáis, decídmelo por escrito.
Nunca habría sospechado que diríais públicamente que yo no debería acudir a vuestra casa. Si ese fue vuestro deseo, deberíais haberlo comunicado por escrito o decírmelo en privado. Sin embargo, ni siquiera por esa afrenta me habré de convertir en vuestro enemigo. Si algo necesitáis, decídmelo por escrito.
He enviado
vuestras ropas a lavar. Acudid a la casa de Matias Araujo para encargar algunos
zapatos. Yo os entregaré todo lo que os he prometido. Para la novia, 30
alqueires (unos 300 kg.)
de trigo. Por lo que respecta a mis cartas, rompedlas, como yo destruiré las
vuestras. Construidme una viola con vuestras manos, que os pagaré.
El cielo
os guarde todos los años que vos deseéis, amigo mío.
Carta
núm. 4:
¡Falso
traidor!
Falso amor
equivocado….. ¿Con qué palabras puedo yo expresar este sentimiento? Después de
que Vuestra Merced me dejó, me llegaron noticias de que Vuestra Merced pensaba
tomar posesión de María Nunes, que no ocultó esto de nadie, ni siquiera de mí, diciendo
que Vuestra Merced le entregó unos abalorios y dinero contante, y que Vos la
deseabais mucho. Y cuando íbamos de camino al zapatero para arreglar unos
zapatos hablando de pasteles, ella dijo que Vuestra Merced le dio a probar
alguno [de los que yo os había dado] y que ninguno era tan exquisito. Así, parece que
Vuestra Merced profesa un gran amor por ella, pues ella afirma que llegáis de
vuestros amantes y le brindáis a ella los presentes que ellos os hacen.
Mi destino
es desgraciado. He sido fiel hasta este momento, pensando que poseía a Vuestra
Merced. Mejor morir mil veces que vivir con el recuerdo de lo que hice con
cierta persona tiempo atrás. Pero después de todo, si ella anda diciendo por
doquier que vio en mi dedo el anillo que me disteis, mi corazón estallará
dentro de mi pecho y tendré que excusaros diciendo que lo compré a Vuestra
Merced.
Vuestra
Merced dejó mi corazón aprisionado, con mis sentimientos manifiestos en mis
lágrimas. Y es que cuando veo a la persona que deseo, me siento triste y
celoso, mientras Vuestra Merced se crece más feliz. Como dice el proverbio “La
miel hace por donde la recuerdan” (O mel faz por onde o lembrem), y así es como
debo yo estar con Vuestra Merced, en la medida de que Vuestra Merced me presta
tan poca atención. Vuestra Merced tiene tantos y uno ha de ser el peor. Pues yo
soy ese uno, porque tal ha sido el amor por Vuestra Merced que el veros me hace
tan feliz que no puedo probar bocado alguno. Cierto es que “Quien más ama,
menos merece”. Dejaré mi corazón distante y miraré al suelo cada vez que me
cruce con Vuestra Merced.
¡El Cielo
guarde a Vuestra Merced por el bien de vuestros dos amantes!
Carta
núm. 5:
Falso y
lisonjero:
¡Ay si
pudiera fingir mofándome de quien está enamorado! Pero al final, quien más ama
menos merece. Para mí sólo hubo lágrimas, lágrimas provocadas por Vos y por
tanta falda. Ahora ella tiene lo que yo deseaba. A menudo os he escrito que no
me prestáis atención, pero ¿por qué cenáis con vuestras amigas más que conmigo
y luego me mandáis notas que son mentiras? Esas mujeres me tienen celos porque
he llevado puesto el anillo de alguno. Ellas comentaron que yo debía devolverlo
a su dueño. Y aquí lo tenéis. No quiero nada vuestro en mi poder. Haced lo
mismo con lo que tenéis mío y eso me agradará mucho.
Nunca más volváis a hablarme, ni a mirarme siquiera. Os devuelvo el anillo para estimular la hilaridad de vuestras amigas.
(NOTA: La traducción española de estas cartas ha sido realizada por el autor de este blog)
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