España
en tiempos de la Restauración Alfonsina... Eulalia, la hija menor de Isabel II
-fruto de su relación extraoficial con Miguel Tenorio-, se había casado con
Antonio de Orleáns, hijo de los Duques de Montpensier y primo hermano, tanto
del rey Alfonso XIII como de su primera esposa, María de las Mercedes. Todo
quedaba en familia. Siguiendo la tradición endogámica de los Borbones, la
sangre azul, aunque teñida de clandestinos aportes plebeyos, corría a raudales
por las venas de reyes e infantes de España. Como la de Luis Fernando de
Orleáns y Borbón -hijo de Eulalia y, por tanto, nieto de la reina Isabel-, un
infante maldito que vivió a contracorriente, murió sin descendencia y fue
declaradamente homosexual.
María Eulalia de
Borbón, la hija menor de Isabel II, tuvo una vida errante y marcada por el
escándalo. Rubia, delgada y de ojos claros, no ofrecía la imagen prototipo de
una infanta española. Fueron vox populi
sus desavenencias con miembros de la casa real española. Hasta su sobrino, el
rey Alfonso XIII, llegó a castigarla con el exilio durante una década entera.
En algunos de los libros que escribió, junto a sus propias memorias, relata las
relaciones que mantuvo con la aristocracia europea, dejando entrever su
carácter independiente y pensamiento feminista, que chocaba frontalmente con
las ideas extremadamente tradicionales de la monarquía.
LA INDOMABLE EULALIA
María Eulalia de
Borbón había nacido en el madrileño Palacio Real en el año 1864, poco antes de que la familia borbónica tuviera que exiliarse de España tras el
alzamiento de la revolución Gloriosa. A partir de ese momento, vivió junto a
sus padres y sus hermanas Paz y Pilar en el Palacio de Castilla, situado en la
parisina Avenida Kléber. Había sacado los ojos azules y el cabello rubio de
Isabel II. Con el tiempo Eulalia se convertiría en una atractiva mujer, muy
distinta de su grotesca y rechoncha madre. Serían los genes de Miguel Tenorio,
a quien se atribuye la paternidad de la infanta, los que en definitiva marcaron
la diferencia.
Pero donde doña
Eulalia se apartaba ostensiblemente del resto de los miembros de la familia
real era en el carácter levantisco e indomable, que ya de pequeña le hacía
chocar con su hermana mayor, la infanta Isabel La Chata. "Algún día –le escupía a veces- el pueblo sacudirá las coronas y, liberándose, nos libertará a
nosotras". Muchos fueron sus encontronazos cuando vivían juntas, e
incluso después de separarse durante el exilio parisino. Con la renuncia al
trono de Isabel II y la caída de la efímera Primera República, en 1874, Alfonso
XII asume el trono de España y la familia borbónica pudo residir de nuevo en
Madrid, con excepción de Isabel II y su esposo Francisco de Asís, que
continuaron en París a instancias del gobierno español, aunque separados, y con
espaciadas visitas a la Villa y Corte.
LA INFANTA REPUBLICANA
A lo largo de su
vida Eulalia hizo cosas impropias de una infanta real. Escribió libros en los
que expresaba sus ideas progresistas, por lo general contrarias a la monarquía,
a la que consideraba una institución caduca y retrógrada, carente de sintonía
con los tiempos que corrían. La infanta republicana, como pasó a ser conocida,
expresó sus inquietudes personales y políticas en sus escritos, algunos de los
cuales, como Au fil de la vie,
editado en 1911 en Francia con el pseudónimo de "Condesa de Ávila",
fueron prohibidos por su sobrino el rey Alfonso XIII. Incluso llegó a redactar
sus propias memorias, las primeras que un miembro de la familia real española
se atrevía a publicar.
De su matrimonio por
razones de estado con su primo Antonio de Orleáns,
Duque de Monpensier, nacieron dos hijos. El mayor, Alfonso, hombre de carácter recio y conducta
intachable, fue aviador militar y casó con la princesa británica Beatriz de
Sajonia-Coburgo-Gotha, prima de la reina Victoria Eugenia. El menor de los
hijos de la infanta Eulalia tuvo a quien salirle, por su carácter indomable y
proclive al hedonismo y la rebeldía, pero le superó con creces. Su nombre: Luis
Fernando María Zacarías de Orleáns y Borbón.
EL INFANTE MALDITO
De todos los Borbones,
sin duda Luis Fernando de Orleáns fue el más canalla y probablemente el más
simpático. Homosexual declarado, bebedor empedernido, cocainómano y traficante de drogas, vivió a su
aire, sin importarle dónde, cómo, ni con quién. Su encanto personal le hacía
especial para muchos, que veían en él a alguien en las antípodas de la rancia
monarquía borbónica. Extravagante y divertido a veces -repartía billetes
de veinte duros entre los parados-, otras rozando la bohemia -quiso ser actor,
con la oposición total de su madre- e incluso coqueteando con lo delictivo,
Luis Fernando de Orleans fue, ante todo, un incomprendido. Vivió una infancia
solitaria y castrante, víctima de unos padres cuyo matrimonio había fracasado,
siempre viajando y dedicados a sus respectivos amantes. Una infancia que
conformaría su personalidad a contracorriente y que le habría de acarrear
problemas con su regia familia y, por ende, con la aristocracia europea más
tradicionalista.
Fue Infante de
España hasta 1924, año en el que su primo hermano, el rey Alfonso XIII, le
desposeyera de este título, debido a su vida disoluta y a sus muchos
escándalos, algo que nunca le perdonó al monarca, de quien se vengaría años
después, remitiéndole una carta incendiaria en la que se felicitaba por la
proclamación de la II República. Pero a Luis Fernando el título que en realidad
más le gustaba era el de "rey de los maricas", con el que era
conocido entre sus amistades homosexuales. El infante solía frecuentar los
salones del parisino Hotel Marigny, donde se daban cita los gais más refinados
de la ciudad, actuando como relaciones públicas entre ellos.
REY DE LOS MARICAS
París tampoco fue
inmune a sus escándalos. Incluso llegó a ser extraditado por la justicia
francesa, tras verse envuelto en un turbio episodio, que concluyó con la muerte
de un marinero en extrañas circunstancias. Al parecer, Luis Fernando había
introducido al guapo grumete en un trío sexual junto con su amante, un
aristócrata luso apellidado Vasconcelos. Algunos dicen que los escoltas del
todavía infante, ante los chantajes del marino, lo quitaron de en medio
estrangulándole. Otros desvelan cómo el cadáver del desdichado grumete anduvo
de puerta en puerta entre las embajadas española y lusa, para acogerse sin
éxito a la extraterritorialidad diplomática.
Lo cierto es que,
tras su expulsión de Francia, y teniendo prohibida la entrada a España por su
primo el rey, a Luis Fernando no le quedó otra que instalarse en Lisboa. Allí,
en 1926 protagonizo un nuevo episodio delictivo, acusado de contrabando en la
frontera hispano-portuguesa, donde fue sorprendido disfrazado de mujer.
También recaló en Venecia, donde se
gastó enormes sumas de dinero en contentar a los más hermosos gondoleros de la
ciudad.
Cuando cumplió
cuarenta años, muchos incrédulos llegaron a pensar que el infante había
sentado, al fin, la cabeza. Su compromiso con la princesa viuda de Broglie,
Marie-Charlotte Constance Say, que era 32 años mayor que él, sorprendió a
propios y extraños. Pese a la oposición de la familia de la princesa, el enlace
civil llegó a tener lugar en Londres, que posteriormente se confirmó en una
ceremonia religiosa en San Remo. Luis Fernando arruinó a la incauta aristócrata
en sólo cuatro años, dilapidando toda su fortuna, para abandonarla poco
después. Y, aunque intentó seducir a otras grandes damas europeas, no pudo
consumar más enlaces ficticios, ya que su mala fama le perseguía allí donde se
dejase caer.
Luis Fernando de Orleáns y su esposa Marie-Charlotte Constance Say
Luis Fernando tuvo una vida llena de excesos, y marcada por el hedonismo y la excentricidad más absoluta. Su presencia en las fiestas más extravagantes de París era casi ineludible. Su condiscípulo Melchor de Almagro San Martín nos ha dejado la descripción de una de las muchas bacanales en las que participó: "En el baile de la condesa de Chabrillan, se presentó Luis teñido con añil de pies a cabeza para representar el dios Azul, seguido por un deslumbrante cortejo de sacerdotisas y eunucos, como sacados de un friso antiguo. El infante cabalgaba sobre un elefante, arreado con atalajes de oro y pedrería. Hizo su entrada semidesnudo, cubierta la cabeza con un turbante verde gayo y coronado de garzotas sujetas por broches de enormes diamantes”.
Aunque su
homosexualidad fue considerada secreto de estado, lo cierto es que los círculos
más distinguidos de la aristocracia europea sabían de los excesos de Luis
Fernando y de su forma de vida disoluta y hedonista, incluyendo su pasión por
los muchachos y su exagerada promiscuidad. Una vieja dama de la alta sociedad
parisina llegó a bromear con este asunto, afirmando: “Yo tenía dos lacayos negros y guapos, pero los perdí a los dos. Al
primero se lo llevó la tuberculosis; al segundo, el infante de España”.
Su agitada vida saltó hasta a las páginas de los diarios europeos. En uno de ellos se le llamaba irónicamente “el príncipe pantalones de hierro”, dadas las numerosas ocasiones en que se le había dado la patada en el trasero desde tantos lugares y países, saliendo indemne y sin el menor rasguño, que pareciera estar blindado.
EL PORQUÉ DE UN OLVIDO
El 20 de junio de 1945 fallecía en París Luis Fernando de Orleáns, tras una operación para extirparle el cáncer de testículos que padecía. Ninguno de sus familiares estuvo presente en su funeral, que tuvo lugar en la Iglesia del Corazón de María en la Rue de la Pompe. Una vez muerto su familia impidió que los restos de quien fuera infante de España regresaran a su tierra natal.
Pese a los tintes negros que salpican a su figura, no todo fue excentricidad y descrédito en la persona de Luis Fernando de Orleáns. En momentos puntuales de su vida demostró gran valor, coraje y compromiso. Por citar algunos de estos hechos, habría que recordar cómo llegó a pasearse llevando cosida en la chaqueta una estrella con la que los nazis identificaban a los judíos y homosexuales. Y también es de destacar que colaboró activamente con la resistencia francesa durante la II Guerra Mundial, salvando con la ayuda de su tía Paz muchas vidas humanas.
Luis Fernando de Orleáns y Borbón, aquel infante marica, juerguista y drogadicto, de espíritu rebelde y republicano, que vivió la vida al borde del abismo, pero que también, llegado el caso, se jugó la vida para salvar otras inocentes, sigue exiliado en una fría tumba parisina aguardando su regreso a la tierra que un día lejano le viera nacer.
Eulalia de Borbón con sus hijos Alfonso (izda.) y Luis Fernando (dcha.)
PARA SABER MÁS:
José María Zavala: La infanta republicana. Barcelona: Plaza y Janés 2008.
Eulalia de Borbón: Memorias. Madrid: Editorial Castalia 1991.
Pilar García Luapre: Eulalia de Borbón, Infanta de España: lo que no dijo en sus memorias. Madrid: Compañía Literaria 1995.
José Carlos García Rodríguez: El infante maldito. La biografía de Luis Fernando de Orleans, el más depravado príncipe Borbón. Barcelona: Espasa, 2010.
Qué fuerte todo! Me he quedao anonadado! :O
ResponderEliminarMagnífico personaje, muy buen artículo.
ResponderEliminarGràcies, Leopold!!!
EliminarEste blog es increible. Y tanto Luis Fernando de Borbon como su madre son dos personajes muy interesantes.
ResponderEliminar¿Crees que podrias hacer una entrada sobre Aquiles y Patroclo? Amo la historia de la Antigua Grecia y creo que hay mucho que hablar sobre ella en este blog.
Todo se andará... El próximo post estará dedicado a esa parte de la historia que tanto te fascina... Aquiles y Patroclo podrán esperar un poco más...
EliminarGracias por tus amables palabras... Saludos